"Caminito del Norte"

El origen de una cueca inmortal: Un Citroën que se detiene y la “mole azulada” a los pies del conductor

El recuerdo del día en que nació un himno cultural para San Luis al pie de las sierras de los Comechingones y el encuentro de “El Chocho” Arancibia Laborda con Antonio Esteban Agüero.
domingo 10 de noviembre de 2024
"La mole azulada" de las sierras de los Comechingones en la cueca inmortal de "Caminito del Norte".
"La mole azulada" de las sierras de los Comechingones en la cueca inmortal de "Caminito del Norte".

A veces, el motor de los autos tose y amagan a detenerse. Hasta que un día lo hacen de verdad como si conspirara con el destino. Así sucedió con un Citroën en la década del sesenta del siglo pasado. Al volante iba el cantautor “El Chocho” Arancibia Laborda, que se cuentan viajaba como dejándose llevar por el paisaje en la zona de las sierras de los Comechingones.  

Avanzaban por un camino de tierra irregular, aunque bien trazado, que iba bordeando “la inmensa mole azulada” de esas sierras; un paisaje intacto, sin más interferencia que el paso del viento; camino que hoy se llama Ruta Provincial 1, traza pavimentada que atraviesa pueblos y reclamos cotidianos por la seguridad vial; pero esa es otra historia.  

El cantautor era muy “compinche” con el poeta Agüero, que vivía en la entrada a la Villa de Merlo. Quizás de ida o de vuelta haya pasado a visitarlo. Estos dos hombres compartían ideales comunes en torno al amor a su provincia y la necesidad de cantarla o elogiarla. Agüero, obviamente, desde su decir poético y “el Chocho” desde sus inspiraciones vinculadas al canto popular y el trino de las cuerdas de su guitarra. Las cartas que se han cruzado verifican sus afectos y sus decires. Sus destrezas poéticas germinadas en sentimientos mutuos lo avalan.

Lo cierto es que aquella vez el Citroën del Chocho se quedó sin nafta o tuvo un desperfecto técnico en medio de esas “serranías encantadas, llenas de aire verdor y pureza”, pero solitarias. Tal vez, el auto se rindió, se quedó sin aliento en un arranque de complicidad para darle a Arancibia ese silencio particular que solo el azar sabe obsequiar a los hombres que se atreverán a recordar. 

Vaya uno a saber cómo sería pedir auxilio o remolque en aquellos tiempos de moles azuladas. El cantor debió esperar algunas horas ahí hasta que alguien vino en su ayuda. En ese trance inmóvil de la espera sin tiempo pudo mirar detenidamente su alrededor. Sacó su guitarra del Citroën y comenzó a “esbozar” los primeros acordes de su canción, quizás acompañada por fragmentos de su letra.  Vaya uno a saber si el hombre no tenía un cuaderno y una birome a mano para bajar al papel algunas frases o versos sueltos que luego ordenó como quien intenta atrapar el viento.

De esa quietud sin ruido; en ese “confín puntano” nació una cueca inmortal: “Caminito del Norte”.  Antonio Esteban Agüero dejó al morir en 1970, a los 53 años, un libro prolijamente, armado, pero que no pudo editar. Se publicó póstumamente tal como él lo había dejado. Se llama “Un hombre dice su pequeño país”. Ahí figuran sus “Digos”. Todos los poemas llevan por título esa expresión inicial, por ejemplo: “Digo la Mazamorra”, “Digo la tonada”, “Digo el mate”, “Digo el llamado”, entre otros. En un momento del largo poema “Digo las guitarras” Agüero escribe: “ El Chocho Arancibia/ una mañana/ golpeó la puerta / de mi antigua casa,/ me traía canciones sobre el pecho, / me trajo su guitarra: “Caminito de carros”…/ “Mañanitas de Merlo” …/ “Caminito del Norte”…/ El las cantó, las dijo: / yo no le dije nada.

 

CAMINITO DEL NORTE

Va volando mi pañuelo, tras un galope serrano

por el caminito que va pa'l norte allá en el confín puntano.

A mi frente se divisa, inmensa mole azulada

es el imponente Comechingones con sus crestas escarpadas.

Cada borde del camino guarda una nueva emoción, cada suspiro del pecho lleva vida al corazón.

Me gusta el aire serrano y par’ eso soy puntano.

 

Crucé por Carpintería, galopié hasta Cortaderas

me quedé extasiado en Los Papagayos con su encanto de palmeras.

Si digo que Piedra Blanca parece un reino celeste

yo no sé con qué lo compararía al bello Rincón del Este.

Serranías encantadas aire verdor y pureza, quien no conozca mi tierra no sabe lo que es belleza.

Me gusta el aire serrano que par’eso soy puntano.

Agradecemos al narrador y poeta Gustavo Romero Borri por su crónica sobre la cueca de reciente posteo a la que adaptamos a nuestro medio.

 

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