2025-04-02

Recuerdos del 2 de abril

Luis Eduardo Brescia: un legado de Malvinas en Villa de Merlo

El excombatiente de Malvinas, Luis Eduardo Brescia, lleva consigo una historia marcada por la guerra y la memoria. Su familia tiene un pasado vinculado a conflictos bélicos: su abuelo y su padre fueron soldados en la Primera y Segunda Guerra Mundial, respectivamente. Sin imaginar que el destino le tenía preparado un camino similar, Brescia fue sorteado para el servicio militar obligatorio y terminó en el frente de batalla en las Islas Malvinas.

La noticia de su partida fue un golpe para su familia. Su padre, que había sido prisionero de los alemanes en Polonia, reaccionó con angustia: "Los argentinos no saben lo que es estar en guerra", le dijo. Con solo 18 años, Luis tenía otros planes para su vida, soñaba con ser guardaparques, ingeniero agrónomo o médico, pero todo cambió el 4 de febrero de 1982, cuando ingresó a la Escuela de Ingenieros en Campo de Mayo como soldado conscripto. En la terminal de ómnibus, antes de partir, le aseguró a su padre: "Quedate tranquilo viejo, que no me voy a una guerra".

El 2 de abril de 1982, Brescia se enteró de la recuperación de las Islas por los medios de comunicación y, ocho días después, partió hacia Malvinas. Su destino fue Puerto Argentino, donde se encargó del suministro de agua potable para la población y los soldados. “Con 18 años, en un lugar inhóspito, sentíamos que estábamos haciendo historia, con un fervor patriótico sin pensar en lo que vendría después”, recuerda. La crudeza del conflicto marcó su vida para siempre: el frío, el viento, la adrenalina y el miedo dejaron cicatrices invisibles. Durante años sufrió episodios de estrés postraumático sin saberlo. “De noche me despertaba desorientado, necesitaba prender una luz para ubicarme”, cuenta.

El 14 de junio, tras la rendición, cayó prisionero de los ingleses hasta el 21 de junio, cuando fue trasladado al continente en el buque hospital ‘ARA Bahía Paraíso’. Luego, en Campo de Mayo, pasó días sin contacto con su familia hasta que su padre logró encontrarlo en la base militar. “Ese abrazo con mi viejo fue el mejor día de mi vida”, recuerda con emoción.

Desde hace 16 años, Brescia eligió Villa de Merlo como su hogar, un lugar donde busca sanar y mantener viva la memoria de Malvinas. “Siempre que puedo, comparto mi experiencia en escuelas o en charlas con amigos. Hay compatriotas que dieron su vida por nuestra tierra, y eso es lo más sagrado”, enfatiza. Con la esperanza de transmitir su legado a las nuevas generaciones, Luis guarda con orgullo su casco, cartas y fotos de la guerra para mostrárselas algún día a sus nietos. “A los jóvenes les digo que estudien, que hablen con los veteranos y que honren el legado de Malvinas, porque hubo argentinos que dieron la vida por ellas”.

Su historia, como la de tantos excombatientes, es un testimonio de valentía, sacrificio y resiliencia. En cada palabra y en cada recuerdo, Brescia mantiene viva la memoria de Malvinas en la Costa de los Comechingones.

 

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