Hace unos días acompañamos otra salida del guía de trekking Germán Romero, esta vez con turistas de Buenos Aires.

Nuestra caminata empezó a unos 1150 metros (s.n.m) y fue ascendiendo hasta llegar a los 1480 metros (s.n.m). Hicimos el ascenso por el arroyo sorteando diferentes obstáculos naturales y trepando grandes piedras. El camino es muy técnico y presenta peligros por lo que siempre hay que hacer la actividad con un guía habilitado.

A medida que fuimos avanzando hacia nuestro objetivo, cruzamos cuatro cascadas y una vertiente que están en el camino. El contacto con la naturaleza es total, ya que se avanza por los márgenes del arroyo entre enormes paredones de las sierras de los Comechingones. El recorrido hasta llegar al salto es de unos 6 kilómetros y nos demandó alrededor de dos horas. 

En varios sectores del circuito la aventura requiere no solo el uso de las extremidades inferiores, sino también de las superiores. Se considera de grado de dificultad tres. Si bien no posee límite de edad, es recomendable que las personas interesadas en hacer el paseo estén en buen estado físico.

El camino está repleto de tabaquillos, un árbol que crece a partir de los 1200 metros de altura (s.n.m). Se adaptan hasta alturas mayores a los 4000 metros y se caracterizan por su color marrón rojizo. Su corteza anaranjada se abre en múltiples láminas finas que están adheridas al tronco y dan un aspecto de hojaldre. Es vital contemplar su belleza sin tocarlos, ya que al pelarse mueren.

ALTURA Y MÁS AVENTURA

Una vez que llegamos al Salto del Tabaquillo, empezó la preparación de los arneses, cascos, cuerdas y equipos para hacer la escalada y el rapel.

Denis fue la única que se animó y nosotros la acompañamos. Trepamos por la pared de piedra, al lado del Salto. Fuimos recorriendo desde muy cerquita los 18 metros de altura hasta llegar a la parte superior.

Tras escalar venciendo al vértigo, tuvimos una vista única. Desde arriba del Salto la quebrada apunta directamente al cerro El Morro, las panorámicas desde allí son maravillosas. Varios metros abajo, al pie del salto nos esperaba el resto del equipo.

Trepamos unas piedras, ajustamos nuestros seguros a la roca y Germán empezó a preparar las cuerdas para el rapel. Un descenso desde unos 30 metros de altura, del lado izquierdo de la cascada.

Una vez que estuvo todo listo bajamos por la enorme pared rocosa dando saltos y frenando cada tanto para disfrutar de la increíble panorámica que nos rodeaba.

Las carcajadas y gritos de emoción retumbaron en toda la quebrada. Una mezcla de adrenalina y satisfacción difícil de explicar.

Una vez al pie del salto compartimos una merienda en equipo, para luego emprender la vuelta a los autos disfrutando de un hermoso atardecer desde un sendero de altura.