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Violencia de género

Fue preso por intentar matar a su ex mujer a puñaladas

El juez también lo procesó por desobediencia: para consumar el ataque, violó una restricción de acercamiento. El agresor esperó agazapado en la puerta de la casa de la víctima, en La Toma.
sábado 30 de mayo de 2015
Fue preso por intentar matar a su ex mujer a puñaladas

Hilario Lucero le hizo una promesa a Sandra Andrea Barroso, su ex mujer. Le aseguró que la iba a matar. Y no se quedó en palabras: hace 11 días se agazapó cerca de la casa de Sandra, en La Toma, y esperó a que apareciera. Era de noche. A Lucero no le importó que la Justicia le hubiera dado la orden de mantenerse a por lo menos 300 metros de ella. Llevaba un cuchillo como los que se usan para untar manteca, al que le había afinado y afilado la hoja con una amoladora. Cuando Sara entraba, Lucero se le fue encima. La tiró al suelo y alcanzó a darle dos puñaladas, una en el costado izquierdo del abdomen y otra en el hombro. Si no la asesinó fue sólo por la intervención de un hombre que pasaba en auto, refirió ayer el juez Jorge Sabaini Zapata al dictarle  el procesamiento a Lucero. 

Días atrás, el imputado reiteró la amenaza. Dijo que cuando salga de la cárcel acabará con la vida de Sandra. Al menos por ahora, ese momento parece escurrírsele como agua entre los dedos: en su resolución de ayer, el juez Penal Nº 2 de San Luis también le dictó la prisión preventiva. Es decir, Lucero continuará detenido, ya no en una comisaría, sino en el Servicio Penitenciario Provincial. El magistrado lo procesó por homicidio doblemente agravado en grado de tentativa y por de-sobediencia a una orden judicial, detalló el secretario del Juzgado del Crimen Nº 2, Ariel Parrillis.

 
Para el magistrado, en el caso aparecen acreditados los tres recaudos necesarios para la tentativa de comisión de un delito: una intención manifiesta, un comienzo de ejecución –es decir, Lucero cumplió actos para concretar ese propósito– y “la falta de consumación por causas ajenas a la voluntad de quien se había propuesto cometer el delito”. Dicho en otras palabras, si no fuera por el automovilista, Lucero probablemente la habría asesinado. 

El hecho de que víctima y victimario hayan tenido una relación de pareja configura uno de los agravantes. La misma Sara, de 41 años, les contó a las autoridades que convivió 24 años con Lucero, un chofer de ambulancia de 64 años que tiempo atrás se retiró de modo voluntario. Fruto de ese vínculo tienen cuatro hijos: tres varones, de 22, 20 y 15 años, y una hija, de 18. El otro agravante es el presupuesto de violencia de género. 

Según declaró la víctima, hace 15 años, después de que naciera el menor de sus hijos, Lucero le cortó el cabello con un cuchillo, “como castigo, porque supuestamente le era infiel”. Narró, además, que por años escuchó de boca de su marido insultos e intimidaciones. La controlaba, se le aparecía en el trabajo, la celaba con sus compañeros, le revisaba el celular.
La situación de hostigamiento permanente que padecía se quebró el martes 5 de mayo, cuando lo denunció. La mujer, empleada de un peaje, viajó a San Luis, se presentó en el Juzgado de Familia y Menores Nº 1 de San Luis y pidió que le dictaran una restricción de acercamiento a Lucero. 

El martes 19 de mayo, con la orden de la jueza Estela Bustos en plena vigencia, Lucero buscó por todos los medios cruzarse con Sara. Ya lo habían notificado de la disposición, pero eso no le interesó. Ella se lo topó ese día en la avenida Belgrano –la principal de La Toma–, en su trabajo y otra vez en la misma avenida. 
Sara dejó sus cosas en su casa, en el pasaje Ardisone del barrio Américo Magallanes, y se fue directo a la comisaría, a avisar que el hombre andaba cerca. El oficial que la atendió sólo le aconsejó que fuera al juzgado y que le preguntara a la jueza qué medida podía tomar al respecto, aseveró la víctima. 

Luego, su ex se le apareció en el domicilio dos veces, presuntamente buscando a su hijo mayor. Tocó bocina y se fue. Después, Sara salió a hacer unas compras al supermercado, volvió y le avisó a su hijo mayor que se iba a lo de su vecina, a tomar unos mates. A las 21, cuando regresaba, Lucero la atacó.  “Salió de la orilla de una planta, y me dijo ‘acá te tengo ahora’. Vi que en la mano tenía un cuchillo. Me arrimé a la persiana del comedor y le dije ‘qué hacés acá’. Se me acercó con el cuchillo, y me tiró para el lado izquierdo. Tropecé y me caí. Le tiré unas patadas (…) me inmovilizaba para darme vuelta la cara, para clavarme el cuchillo. Pretendía pegarme la puñalada en el cuello, eso buscaba. Insistía. En un momento de la lucha, sentí que llegó una persona en un vehículo. Ahí me tiró la puñalada. Encogí el hombro y la cara (…) y salieron mis hijos de casa”, evocó Sandra. 

Luego de la intervención del hombre que bajó del auto –le dio una patada a Lucero para impedir que siguiera pegándole a la mujer–, los hijos del agresor y los vecinos, que salieron a la vereda al escuchar gritos, intentaron reducirlo y desarmarlo. Lucero logró desasirse de las manos que lo retenían y corrió. La Policía, que ya había sido alertada, lo ubicó a un par de cuadras y lo detuvo. Estaba exaltado y ensangrentado. 

fuente y foto: el diario de la república

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