Desafío extremo
Cruzar los Andes en bicicleta: un viaje desde el mar hasta las alturas realizado por un merlino
El cruce del paso de Aguas Negras, el paso internacional más alto entre Argentina y Chile, representa un desafío tanto físico como mental. Este viaje único comenzó desde La Serena, Chile, a nivel del mar, y culminó en lo más alto de la cordillera de los Andes, a 4.800 metros sobre el nivel del mar.
El proyecto nació como una idea persistente que años más tarde se materializó. Pedro partió con la motivación de reconectarse consigo mismo y con la naturaleza, llevando consigo solo lo esencial: una bicicleta tipo gravel, equipada para el desafío, y 20 kilos de equipamiento de montaña.
“Todas nuestras ideas y proyectos surgen generalmente en nuestra mente como una especie de fantasía e imagen mental. Con el paso de los días casi todas quedan en el olvido y solo algunas permanecen dando vueltas como si algo dentro nuestro intuyera que probablemente se trate de una linda idea y principalmente que queden dudas sobre la posibilidad de llevarlo a cabo. Así sucedió con esta especie de visión que acudía fugazmente a mi hace años, la de cruzar en bicicleta el paso internacional más alto que hay entre Argentina y Chile, el conocido y respetado ‘Paso de Aguas negras’, a 4800 msnm”, dice Pedro Strelin sobre su nueva aventura.
EL INICIO: DESDE EL OCÉANO AL VALLE DE ELQUI
La travesía comenzó en La Serena, donde la emoción de tocar el agua del océano Pacífico dio inicio al viaje de Pedro. Desde allí, el ascenso constante por las carreteras del valle de Elqui lo condujo hasta Vicuña, lugar de nacimiento de la trascendente escritora, Gabriela Mistral.
La ruta ascendía entre paisajes imponentes y comunidades hospitalarias. Una parada clave fue la aduana chilena, donde los funcionarios brindaron no solo un espacio para descansar, sino también una cálida bienvenida, un momento valioso para un viajero en solitario.
LA SOLEDAD EN LA ALTURA
El tramo más desafiante comenzó al entrar en la cordillera. La puna y las condiciones extremas pusieron a prueba tanto el cuerpo como el espíritu del aventurero merlino. Con ráfagas de viento de hasta 90 km/h, el ascenso al límite de Aguas Negras se convirtió en una lucha contra la naturaleza misma.
"Llegaba el momento más esperado y temido por mí. La soledad de la cordillera y la posible aparición de los efectos de la puna a más de 4000 metros de altura. Pasar la noche solo a tanta altura no me simpatizaba justamente, y esperaba ese momento con ansias e incertidumbre. Temía cómo iba a reaccionar mi humanidad a tal aislamiento forzado".
Al alcanzar los 4.800 msnm, la satisfacción de haber superado una resistencia se mezclaba con la emoción de contemplar la inmensidad de los Andes. Este momento representó la recompensa al esfuerzo personal.
EL DESCENSO HACIA ARGENTINA
Tras conquistar la cima, comenzaron los 90 kilómetros de descenso hasta Las Flores, San Juan. El alivio físico se vio acompañado por el cansancio acumulado en manos y cuerpo. Al llegar a la aduana argentina, el cálido recibimiento de los gendarmes marcó el regreso al hogar.
”El viernes, pasado el mediodía después de un esfuerzo importante llegue al ansiado límite de 'aguas negras'. Me encontraba solo a casi 5000 metros de altura en mi bici con ráfagas de viento que llegaban a los 90 kilómetrosm por hora que me impedían casi mantenerme en pie. Estaba viviendo mi felicidad personal, la satisfacción que provoca el vencer una resistencia. Eso que todos los humanos sentimos cuando alcanzamos una meta en base al esfuerzo y la dedicación".
Finalmente, el viaje culminó con un colectivo hacia Villa de Merlo, donde los placeres terrenales esperaban: el abrazo de los hijos, un buen bife, cerveza fría y una ducha caliente. Este recorrido no solo fue un desafío físico, sino también una oportunidad para reconectar con uno mismo y valorar los momentos simples.