Variopinta. Heterogénea y multipartidaria. Llena de colores y alegría de tamboriles. Así fue la marcha en Villa de Merlo, en defensa de educación pública, quizás la movilización más importante en veinte años. La columna principal fue encabezada por los estudiantes de la Universidad Nacional de los Comechingones y de la Facultad de Turismo y Urbanismo (UNSL) que trabajaron en la organización mancomunadamente. Un cartel que portaban y ocupaba todo el ancho de la avenida del Sol decía: “En defensa de la educación, la ciencia y la tecnología”.

Detrás de esa primera línea de estudiantes, acompañaron docentes y no docentes de ambas casas de altos estudios; autoridades académicas y graduados. Integrantes de la Unión de Docentes Argentinos (UDA) colaboraron para que la marcha se desarrolle en forma organizada. Si bien estaba previsto cortar una sola mano de la avenida del Sol, la de sentido este a oeste, para después descender hacia la rotonda de acceso a la ciudad, la masividad de la movilización obligó a ocupar las dos calzadas.

A la comunidad educativa de Merlo y el Valle del Conlara, se sumaron agrupaciones y gremios; profesionales que han pasado por la Universidad Pública; vecinos que decidieron acompañar la consigna de defender la Universidad Pública, pero también hubo mucha presencia política en un segundo plano y sin tratar de opacar una convocatoria que nació de las aulas y claustros de las universidades. 

Se pudo ver que acompañaron representantes del Ejecutivo Municipal, no muchos en realidad, alineados con el radicalismo; legisladores provinciales que responden al poggismo; concejales de diferentes partidos políticos, (peronismo, socialismo, aunque no de Avanzar y la UCR) dirigentes del justicialismo de diversas expresiones internas y hasta personas que antes del balotaje se habían manifestado a favor de Javier Milei como presidente.

La movilización se nutrió de personas de Villa de Merlo, pero también de pueblos de la Costa de los Comechingones, como Los Molles y Carpintería. Además, representantes de Santa Rosa del Conlara, como su intendente, se sumó a la lucha por la gratuidad de la educación. Con pancartas caseras, libros en sus manos, carteles o instrumentos musicales, cada uno de los participantes hizo sentir su presencia; una presencia con esa capacidad de convertir una manifestación de bronca y de reclamos en una fiesta. Es decir, sonrisas, canciones, bailes, carteles ingeniosos, abrazos con conocidos y desconocidos. La felicidad de estar del mismo lado.

Y la heterogeneidad también fue en las edades de los que participaron: desde chicos de la escuela secundaria hasta aquellos que ya están jubilados, pero no olvidaron el pasado por las aulas a pesar de peinar canas. Todos juntos, protagonistas de un día histórico, en el cual la educación pública demostró que resiste todavía como un valor de cohesión en la sociedad argentina; capaz de resistir incluso a los oportunistas y el manoseo recurrente de los mercaderes de consignas fáciles.