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Aventura en las alturas

Dos merlinos escalaron la Aguja Campanille en el Cajón de los Arenales, Mendoza

Marcos Deltetto Ziegenfuhs (32) y Galileo Addamo (21), realizaron una aventura inolvidable en el cajón de los Arenales, Mendoza. Este sitio es conocido por la escalada tradicional, a donde viajan personas de todo el país y de todo el mundo para practicarla, por la excelencia de la roca y sus fisuras. El cajón de los Arenales queda en el Manzano Histórico, sitio cercano a Tunuyán, Mendoza.
miércoles 13 de octubre de 2021
Dos merlinos escalaron la Aguja Campanille en el Cajón de los Arenales, Mendoza

“Siempre existe esa intriga de conocer o estar en determinados lugares, que nace vaya a saber de dónde. En este caso específico, fue conocer alguna formación rocosa con forma de aguja o pico, a través de la escalada. Este tipo de actividades requieren de un compromiso con la actividad, aprendizaje de maniobras de cuerda y colocación de seguros móviles, por lo cual es preciso practicar y tener presente que no es solamente una actividad en sí misma, sino que esto conlleva asumir riesgos y peligros que existen, que pueden ser disminuidos, con los conocimientos que uno adquiere a través de la práctica.”, contó Marcos a Infomerlo.

La escalada tradicional, es un tipo de escalada en que los mismos escaladores van poniendo sus propios seguros (autoprotección) en la piedra (grietas, huecos, puentes de piedra, etc.), que luego se van quitando para seguir progresando en la altura. Este tipo de actividad es menos practicada en comparación con la escalada deportiva, y conlleva un gran compromiso entre los escaladores, ya que las zonas en que se practica son agrestes y lejos de sitios urbanos, en caso de emergencia, por lo cual, es necesario avanzar con precaución.

“Con Galo, siempre tuvimos la curiosidad de escalar en este estilo, de cómo era la aventura de grandes paredes, de qué se trataba hacer una aguja, un paredón de esos imponentes, lo que nos llevó a equiparnos y comenzar a practicar en lugares cercanos para prepararnos. Hace poco más de un año aproximadamente que comenzamos a practicar en sitios cercanos a Merlo, y siempre motivándonos de que podíamos realizar tal cosa, nunca la negativa”, aseguró.

El fin de semana largo de octubre fue la fecha elegida por Galileo y Marcos para la aventura. De forma previa estuvieron indagando a personas experimentadas de Merlo como Siul Jeremías, German Romero, Piter Silva, que ya habían visitado el lugar.

El 6 de octubre salieron de merlo pasada la media noche con el equipo armado y la motivación a flor de piel. “Ya hacia destino y tras pasar por Tunuyan y aprovisionarnos, llegamos al refugio de los Arenales. Con una breve pausa para recargar energías, hicimos una breve aclimatación caminando y escalando vías deportivas en la Mitria, sector clásico de escalada deportiva y muy lindo de Arenales. Tras volver y preparar la comida, conocimos a Stefano Gibezzi, que junto a otros locales y experimentados escaladores nos recomiendan la aguja Campanille, por la vía Armónica. Es así que tras dormir plácidamente después de un largo viaje y despertarnos al otro día con unas condiciones alucinantes, las cuales esperábamos para el día 9 nos da el puntapié para iniciar la aventura y sin más preámbulos, decidimos partir, luego de saludar a Hernán Díaz y Martin, su hijo (escaladores locales de Merlo), que acababan de llegar al refugio”, contó Marcos. 

EL ABRAZO DE CUMBRE

“Tras dos horas de patear piedras por el acarreo que nos acercara al pié de la vía, encontramos la ruta elegida: La Armónica. Una ruta de 220 metros a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, que fue abierta por Patricia Lona y  Mauricio Fernández en 1995- dato obtenido luego de regreso en casa-, por la cual Galileo, comienza a escalar. El Segundo largo, lo realizo yo, siguiendo las fisuras convenientes y rápidas, ya que nos ganaba la tarde y aún nos faltaban varios metros: Ya en mitad de camino, hablando con Galileo, llegamos al acuerdo que debíamos ir rápido, por lo cual, él iría de primero el resto de las líneas lo que haría que la escalada fuera fluida y más rápida. Así fue que, tras realizar tres largos más, y a los gritos, Galileo me avisa que había hecho cumbre. Tras dar la señal de que ya había reunión, emprendo el trepe inmortal hasta allí, y al llegar –todo cansado y a los suspiros hondos- sale ese abrazo de cumbre y foto en el top de la aguja, una sensación que solo se vive, que es indescriptible”, aseguró “El Pampa”, como le dicen sus amigos.

CUANDO LAS COSAS SE COMPLICAN

Marcos cuenta que cuando inician el descenso, la noche empieza a ganar, y las cosas se empiezan a complicar un poco. “Los primeros rapeles, fueron dentro de todo cómodos y sin complicaciones, pero ya llegando al último rapel, nos encontramos con que los anclajes naturales eran precarios y había que bajar con cuidado. Tras descender primero, me encuentro con una pared lisa e infinita al vacío, lo que me genera un poco de alerta. Tras alumbrar un rato, me encuentro unas pequeñas repisas a las cuales me dirijo precautoriamente y no encuentro nada para continuar el descenso. Así que, tras asomarme desde esta, en ambos sentidos que me permitía, diviso debajo de mí, una repisa aún más pequeña, con un descuelgue expuesto al vacío. Tras pasarle la noticia a Galileo, bajó muy emocionado, ya que el frío y la situación, nos daban sus enseñanzas. Al alcanzar la repisa superior a la que me encontraba, Galo, arma una reunión de la cual me asegura para alcanzar el último descuelgue con el cual alcanzaríamos el suelo”, contó. 

“Al llegar, me armo tres puntos de anclaje para asegurarme, y quedo de espaldas al vacío, “apoyado” en la oscuridad. Saco un cordin y cuchillo, para reforzar el último descuelgue. Aviso a Galileo que estaba todo ok, y comienza a bajar hacia mí. Una vez asegurado, y tras pasar la cuerda por el último descuelgue, Galo, comienza a bajar, y comprobamos que el suelo estaba más cerca de lo esperado, lo que ocasiona la emoción de ambos. Ahora era mi turno, me aseguro en el cordino nuevo y junto a las cintas viejas, remuevo los seguros móviles y desciendo. Estábamos a salvo, en el piso y tras alumbrar, encuentro una pluma de Cóndor en el suelo, para mí, un mensaje, buen augurio”, aseguró.

“Después de catorce horas de aventura, llegamos al refugio llenos de felicidad, sed y hambre, pero por sobre todo experiencias nuevas, aprendizajes e historias para contar una vez llegados a nuestra ciudad, con nuestros amigos escaladores y familia y afianzados como cordada”, finalizó.

 

 

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