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Francisco Moulia

“Antes que mi nombre, me interesa que recuerden el título de mis novelas”

Con 36 años, es una de las voces jóvenes de la literatura argentina que irrumpe entre las limitaciones económicas y la voluntad permanente de escribir. En abril saldrá a la venta su cuarta novela, “Los infieles”, por Hojas del Sur.
lunes 21 de enero de 2019
Francisco Moulia
Moulia, una de las voces narrativas más importante de la literatura argentina.
Moulia, una de las voces narrativas más importante de la literatura argentina.

POR MARCELO ALCARAZ

La casa esconde una mesa recostada sobre la pared, apenas un par de sillas, una mini estufa a leña, una heladera que casi siempre está vacía. “Siendo realista, este es el único lugar que tengo para caerme muerto”, reconoce Francisco Moulia, mientras prepara el mate en esta tarde de domingo fresco y soleado.

Levantada en un terreno de casi dos mil metros cuadrados que comparte con una pareja de amigos, esta casa es su única propiedad más o menos costosa. Pero no es que viva acá, en Los Hornillos, en el valle de Traslasierra de Córdoba.

Entre el encierro y los viajes, exigencias de la escritura, su base está en Rosario, con su novia italiana. Pero cada vez que puede –casi nunca puede– vuelve a este pueblo sobreexcitado en vacaciones y deshabitado en amplias zonas durante el resto del año.

Moulia lleva publicadas las novelas: “Cortes argentinos” (Editorial  Nulu Bonsai), “Tácticas de superación personal” (Interzona), “Las Manos” (Notanpüan). En abril saldrá  a la venta “Los Infieles” (Hojas del Sur) y en el 2020 editará con el sello internacional por Random House. Nació en Buenos Aires y hace más de una década cursaba Letras en la UBA, aunque al final abandonó.

“Hay una diferencia técnica: una cosa es estudiar y otra cosa es alcanzar un título”, explica con algo de impaciencia. Moulia dio una clínica literaria en Villa de Merlo  en septiembre de 2018 y de ahí partió a Ecuador a representar a la Argentina en la Feria del Libro de Cuenca.

 IDA Y VUELTA 

¿Empezás a acostumbrarte a las entrevistas?

– Sí, creo que las vivo más que nada como una conversación sobre literatura. Prefiero sentirlas así, aunque yo sea el que hable un poco más.

¿Coincidís con los que asocian al mar con la libertad y a las montañas con una sensación de encierro? Pregunto porque para construir tu casa no elegiste el mar sino las sierras.

– Mi conexión con este valle en particular fue porque vine un verano de vacaciones, solo, y estaba en un momento de confusión. Fue hace unos 12 años y mientras caminaba por Nono pasé por una inmobiliaria y vi un aviso de venta de un terreno a un precio que me pareció absurdo. Entré, pregunté y entonces empecé a prestar más atención en el afán de llegar a tener algo propio. Tenía que encontrar atajos y estaba mucho más cerca de hacer algo como esto, y no de comprar un departamento en Buenos Aires. A lo mejor pude haber hecho algo similar en la Costa pero ese verano el ambiente de todo el valle me generó una sensación de tranquilidad, me aplacó, me contuvo. Según cómo estamos, las paredes te asfixian o te contienen.

En tu novela “Tácticas de superación personal” gran parte del escenario es este mismo escenario.

– Vamos a ponerlo en estos términos: me basé muchísimo en el terreno en el que estamos ahora. Hay ciertas cosas del valle: están el río, una piedra, la otra. Hay aproximaciones al valle, pero cuando hablamos de la casa y del terreno, lo que yo visualizaba a la hora de escribir era esto. Aunque claro, no sólo esto, porque no hay un nogal negro americano en todo el terreno y tal vez en ningún lugar del Valle.

Un toque personal.

– Sí. Digamos que a mi memoria emocional la fui decorando con los elementos que yo consideraba funcionales a la historia.

Pero el acto completo de la escritura de esa novela fue en Buenos Aires.

– Sí, la escribí estrictamente en Buenos Aires, en un verano, en unos cinco meses, más tres o cuatro de correcciones.

¿Coincidís en que esa novela tuvo más impacto y repercusión que las otras?

– Sí, claro.

¿Será porque tiene el registro de un diario personal?

– A ver: cada elemento literario en una novela es un arma de doble filo. Porque hay quienes te dicen que lo bueno es que está escrita en primera persona a la manera de un diario. Pero habrá gente que también dirá, con toda la razón del mundo, que es otra novela más al estilo de un diario. Entonces hay diferente enfoques sobre los mismos artefactos literarios que están operando en una novela. Sí es cierto que tuvo cierta repercusión en la prensa y hasta el día de hoy no sabría decirte por qué. Tampoco el editor sabe por qué.

Son un misterio las rutas que siguen los libros.

– Nadie sabe lo que hace que un libro funcione. Nadie.

¿Existe una cofradía en la que podríamos ubicarte con otros escritores como Luis Mey? Que serían escritores jóvenes vinculados a la arquitectura completa de un libro: la escritura, la corrección, el oficio del librero, el taller literario, el negocio editorial.

– Bueno, justo hace poco me pidieron que hable un poco de este tema en una feria del libro en Ecuador. Me pidieron que hable de una especie de literatura sub 40, o que anda alrededor de los 40, y sobre las conexiones de estos escritores con los diferentes puntos que hacen al libro. Yo podría decir que tengo una cofradía, o puedo decir que tengo afinidades constantes, pero me cuesta pensar en términos de hermandad. Por eso considero a ciertos escritores más como amigos, como me pasa con Luis Mey. Después hay otras cofradías en las que hay gente muy respetable con la que no comulgo tanto. Por eso prefiero casi un estatus de solitario. En todo caso tengo trato con ellos, puedo tener charlas sobre literatura, pero se me hace difícil formar parte de esas cofradías.

Tampoco estás muy interesado en pertenecer.

– No. Soy consciente de que tal vez eso trae ciertas demoras, ciertas ausencias. No ser parte, muchas veces, es quedar afuera. Pero tal vez quedar afuera significa estar en tu casa escribiendo. Lo digo desde un lugar de respeto hacia la decisión de cada uno. A mí tal vez me queda más cómoda esa, tal vez porque no soy un ser tan social.

¿Encontrás puntos de conexión generacionales?

– Yo creo que siempre la literatura tuvo una cuota de esnobismo. Creo también que hoy el nivel de exposición que tiene un escritor, que puede ser un estrategia de marketing de sí mismo, se potenció a niveles extra planetarios en comparación con otros momentos. Frente a este cambio de paradigma, la exposición personal es como si uno fuera una marca. No reniego de eso porque si no lo hago no existo. Pero una cosa es hacer una estrategia de marketing de uno y otra cosa es hacer una estrategia de marketing de una obra. En mi caso trato de no anteponerme a una obra: no quiero ser el personaje que escribe personajes.

El marketing para tu obra, no para vos.

– Si, exacto. A mí lo que me importa es que recuerden el título de mi novela; no mi nombre.

¿Y cómo te llevas entonces con las redes sociales?

– Mal, pero digamos, eh…trato de tener un uso que considero responsable. Tengo cuentas en todas las redes. Estoy preparado. Es como ese sótano lleno de reservas por si un día viene la bomba atómica. En algún momento las puedo necesitar.

En una entrevista te preguntaron por lo verosímil y decías que te interesa llevarlo hasta el extremo.

– Sí, hasta el límite, hasta el extremo.

¿Por qué?

– Porque creo que estamos en un momento de transición, de una cambio de paradigma muy importante, conectado con internet y con el cúmulo de información que tenemos, que nos genera cierto descreimiento, porque no estamos del todo seguros de lo que es verdad o lo que puede ser mentira. Ese ensanchamiento de la duda creo que juega a favor de la literatura. Entonces podemos decir que un científico ruso descubrió la fórmula de la inmortalidad a través de pasos muy específicos al extraer el ADN de la medusa inmortal, que existe y la encontrás en Google en tres segundos. Hace cuarenta años, las chances de que un científico ruso descubriera la fórmula de la inmortalidad era ciencia ficción. Hoy entra en ese ensanchamiento de la duda.

¿Y cómo te llevás con las tradiciones literarias argentinas? ¿La dualidad Boedo - Florida significa algo todavía?

– Boedo y Florida es como un síntoma más del ser argentino. Como todo lo que cae en ese término “grieta”. La construcción, casi la identidad argentina, es binaria. Y es un desgarro permanente en cada concepto que vos quieras analizar, en términos políticos, literarios, futbolísticos. Tenemos como la necesidad de negar al otro para reafirmar nuestra existencia y para mí es una patología argentina.

¿Y vos estarías en qué lado de esa grieta?  

– Si tuviera que elegir un lugar me gustaría ser el que está mirando de arriba o de abajo. O sea, me gustaría estar en el abismo, me gustaría estar en ese agujero negro. Pero no por falta de compromiso, sino porque estar de un lado o del otro es el mismo problema. Está clarísimo que hay diferencia irreconciliables, Boedo y Florida, macristas y kirchneristas, y ahí está después el gran problema: si no estás con uno, necesariamente estás con el otro. Ese es el problema de esa lógica binaria. Ciertas tradiciones existen no por accidente sino porque son el correlato de la historia, de hechos concretos, y Argentina está minada en ese aspecto.

Si ponemos dos figuras, Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, ¿de qué lado del péndulo estarías más cerca?

– Creo que más por el lado de Arlt, pero no por marcar esta distancia entre tono o trama, digamos. Hay escritores que tienen una pulsión mucho más natural para la textura de la lengua, de jugar, de llevar a los textos a través de una aventura de la lengua. No se preocupan tanto por la trama, por la historia. La historia casi que sería una excusa para endulzar los ojos de la gente que tenga acceso a ese libro. Pero hay mucha gente que está  mucho más concentrada en historia, en la trama. Lo que te puedo decir es que mi objetivo es llegar a un equilibrio, a una compensación entre una trama rica, interesante, y una forma muy trabajada y llena de textura. Un texto equilibrado que produzca placer por cómo está escrito, y por lo que está contando.

En una entrevista le preguntaron a Roberto Arlt para quién escribía y contestó: para el que tiene mis problemas. Cuando vos escribís ¿pensás en un lector promedio o escribís lo que sale y punto?

– Esa es una pregunta que conviene hacerla de vez en cuando para reafirmarse uno mismo. El otro día leía una frase de la escritora norteamericana Toni Morrison, que decía: “Escribí mi primera novela porque quería leerla”. Ahí uno podría decir que también está la idea de que uno escribe para uno mismo. Pero eso está descartado desde el vamos. La frase es buena por otras razones, no porque ella se cague en sus lectores. Ahora, yo no escribo pensando en un público promedio, pero tampoco escribo desconociendo que hay un público que no abarca a todos.

Y después que el libro circule como sea y como pueda.

– Y después la circulación es un fenómeno totalmente arbitrario.

TALENTO Y TRABAJO

¿Qué es más difícil y qué es más fácil para vos: la idea, la estructura, el tono, los personajes?

– Tuve la suerte de publicar tres novelas y ahora viene una cuarta, pero esa suerte estuvo acompañada de un montón de novelas que escribí, que están acá, que no se publicaron y probablemente no se vayan a publicar nunca, porque fueron las condiciones que hicieron posible llegar a determinados textos. Cada texto responde a un desafío distinto, en función de lo que vos preguntaste. En algunos casos definir el tono lleva muchas páginas y mucha corrección. En otros la trama parece que funciona en tu cabeza a la perfección, pero plantada en las páginas se cae a pedazos. De hecho, por ejemplo el personaje del señor Iván, de la novela “Tácticas de superación personal”, en realidad lo extraje de la novela anterior que había escrito y que no existe ni existirá jamás. Creo que en mi caso no tengo un problema fijo: mis  problemas van mutando en función de la novela en la que trabajo.

¿Qué importa más, el trabajo o el talento?

– Yo creo que el talento existe, y creo que el talento es una construcción de factores, como son la experiencia y la forma de apropiarse de una experiencia, o la sensibilidad. Y el talento es una construcción que puede tener ciertos factores inconscientes o involuntarios. Pero para mí la elección entre talento y trabajo se resume en una sola ecuación: talento y trabajo te dan como resultado un libro; trabajo sin talento también te da un libro; pero talento sin trabajo no da nada. Entonces te digo que el trabajo es una variable que debe estar en todas las ecuaciones.

Ignoro si un escritor se piensa a sí mismo escribiendo dentro de cuarenta años, pero me imagino que podría pensar: “No hay forma de que escriba peor si sigo escribiendo”.

– Esa es una buena pregunta. Creo que ningún escritor debería cometer la imprudencia de decir eso. Nadie puede decir no puedo escribir peor. Escribir es un trabajo y el artista es un trabajador. Un escritor que dice “mi inercia artística me va a llevar a cada vez escribir mejor” está perdiendo de vista que está haciendo un trabajo y que si quiere hacerlo mejor debe hacerlo a conciencia. Es verdad que cuando vas haciendo algo te va costando menos esfuerzo porque ya conoces los atajos. Yo me veo dentro de diez años escribiendo y dentro de veinte también, y todos los que viva, porque siento la escritura como un trabajo que disfruto. Y también porque jubilarse como escritor es jodido, así que voy a estar trabajando hasta el último día (risas)

Ahora bien, cuando alguien lee lo que escribió hace diez años y encuentra en sus textos nuevos signos de algún progreso, si es que ha perseverado en el trabajo y el oficio, entonces sentirá que lo hace mejor.

– Sí, claro. Por supuesto. Si me pones esa variable, si has perseverado en el oficio, en el trabajo y en el compromiso, ahí te digo no hay manera: estás condenado a escribir cada vez mejor.

 

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