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Violencia de género

Paso a paso, cómo fue la violenta tragedia que sacudió a Traslasierra

Federico Cortez hirió de gravedad a su expareja y mató a la madre y al hermano de ella. Luego, se quitó la vida. Una confusión del criminal habría generado la masacre. Yohana aún pelea por sobrevivir. No se recuerda un hecho tan brutal en esa zona serrana
miércoles 04 de julio de 2018
Conmoción
Traslasierra conmovida por el violento hecho sucedido el jueves pasado. Foto La Voz.
Traslasierra conmovida por el violento hecho sucedido el jueves pasado. Foto La Voz.

La masacre que conmociona a Traslasierra, donde el jueves pasado un hombre hirió gravemente a su expareja y mató al hermano y a la madre de esta, para luego suicidarse, podría haberse desencadenado por una confusión.

Federico Cortez (30) se habría enfurecido por el reclamo por vía judicial de una cuota alimentaria que había recibido. Pero la demanda, en realidad, no era por el hijo de 2 años que compartía con la joven a la que le disparó, sino de su primera mujer, con quien tenía un hijo de 11 años.

Cuando la Policía lo encontró muerto de un tiro en la sien, a 80 metros del tendal de cuerpos que había baleado, vio que Federico en un bolsillo llevaba la citación para presentarse este lunes en la asesoría letrada de Tribunales.

Quizá no haya modo ya de confirmar esa hipótesis con certeza. Salvo que Yohana Castro (26) sobreviva de las graves heridas recibidas y pueda contarlo.

Según fuentes de la Departamental San Alberto de Policía, Federico llegó a las 20 del jueves a la casa paterna de Yohana, con quien había convivido hasta hace siete semanas. Llevaba al niño de ambos, luego de haber pasado la tarde con él.

La pareja discutió gravemente, quizá por el malentendido señalado, y cuando aparecieron la madre y el hermano de la chica, Cortez los ejecutó a los tres con el revólver calibre 32 que, presuntamente, ese día le habría prestado un amigo. María Deolinda Castro (43) y su hijo Cristian Emanuel Castro (21) recibieron un tiro cada uno y murieron a los pocos minutos.

Dos balas, una en el pecho y otra en la garganta, hirieron a Yohana, que fue operada esa misma noche en el hospital de Villa Dolores, donde hasta anoche continuaba muy grave, inconsciente, con respiración asistida y pronóstico reservado.

La casa donde ocurrió el drama queda al fondo de un predio, a unos 30 metros de la calle Climaco Leyes, en Villa Sarmiento, un pueblo pegado a Villa Dolores.

Los cuerpos quedaron tirados a pocos metros de la tranquera. Parado y llorando encontraron al niño de 2 años. Fue el único testigo de la escena atroz.

Allegados cuentan que a Cortez además lo enloquecía que Yohana no quería volver con él, y la presunción de que se hubiese relacionado con otro hombre. Ella lo había abandonado en mayo pasado, supuestamente cansada de sus agresiones o por una infidelidad de él.

Federico había estado en prisión por violencia de género contra su primer cónyuge, y cumplía libertad condicional. Su condena de tres años expiraba el domingo pasado: tres días después del doble crimen, tras el que se quitó su propia vida.

“SIEMPRE HE SUFRIDO”

“Q fea noticia q he recibido en estos días pero bueno siempre he sufrido... sólo me ha quedado la mujer q amo con toda mi alma Yohana y un hijo hermoso”. Eso, textual, posteó Cortez en su Facebook el 26 de junio de 2015. Se refería a la prisión que a partir de esos días debía cumplir en el penal de Villa Dolores, condenado por amenazas calificadas y coacción.

“Ya no quisiera estar en este mundo de mierda, quisiera estar al lado de mis abuelos, quizás allá en otro mundo tenga una vida mejor”, escribió el mismo día, de hace tres años, como un vaticinio de su final.

En 2011 había golpeado y amenazado a su primera mujer con un cuchillo. Recién en 2015 fue condenado a tres años. Cuando los peritajes psicológicos lo permitieron, en marzo de 2017 salió en libertad condicional.

Fuentes judiciales indicaron que en los registros venía cumpliendo correctamente con las condiciones impuestas: presentaba oportunamente los certificados de su tratamiento psicológico y no había denuncias en su contra por mala conducta.

Se supo que había agredido a Yohana, pero la chica se negaba a denunciarlo para que él no volviera a la cárcel.

“Vivía chupando”, dijeron algunos vecinos, mientras otros lo negaron. “Si alguien lo hubiese denunciado, le habría salvado la vida a él y a la familia de la chica”, lamenta hoy el fiscal Raúl Castro, a cargo de la causa. “Chulo”, como le decían a Cortez, se había criado con sus abuelos en el barrio Viña Seca, a pocas cuadras de donde mató y murió, y donde hoy está sepultado.

Sus fotografías lo muestran serio o con alguna mueca de agrado, pero nunca sonriente. Vecinos aseguran que era tranquilo y “normal”, y lo recuerdan pasando con cuarteto a altísimo volumen generado por los parlantes que ocupaban todo el baúl de su Fiat Palio rojo. El mismo que el jueves quedó frente a la casa de los Castro, y que amigos y familiares de sus víctimas destruyeron, como acto de represalia o de descarga.

“Últimamente no trabajaba, porque él tenía una pensión”, dice Juan Vieyra, el padre de Yohana. En los bolsillos de Cortez los policías encontraron cinco mil pesos.

TRÁGICO AMOR

Yohana, bonita y vivaz, conoció hace varios años a “Chulo”, de quien se enamoró intensamente. Sus padres nunca lo aceptaron del todo, por sus antecedentes. Ella cuidó a la abuela de él en sus últimos días, lo visitó siempre en la cárcel y por las redes sociales le demostraba su amor y fidelidad.

Cuando Cortez salió de prisión y comenzó a trabajar en albañilería, se fueron juntos con el niño de ambos, nacido en 2015, a la casa de él. Hasta que en mayo se produjo la ruptura. Desde entonces él iba cada tarde a la casa de los Castro a buscar al niño.

Yohana es una de los siete hijos de una familia de trabajadores. Su padre y su hermano asesinado el jueves eran empleados en un restaurante y salón de fiestas. El propietario, Carlos Hernández, afirma ahora, conmovido: “No tengo palabras para decir lo excelente que es esta gente; estamos quebrados, no lo podemos creer”.

El Facebook de Yohana está superpoblado de fotografías de sus niños, el de 2 años y el mayor, de 8, que no era hijo de Cortez. También esa red cuenta la parte armónica de la vida que llevaron con su agresor: el bautismo del bebé, paseos y fiestas familiares. Motivos solidarios, religiosos y de moda, más su admiración por River y por Ulises Bueno, completan su biografía.

PARA LA FISCALÍA, NO SERÍAN FEMICIDIOS VINCULADOS

Con el suicidio del asesino, la causa judicial está esclarecida: no hay imputados. El caso podría caratularse como un femicidio vinculado, figura que se utiliza para describir una muerte de un tercero, generada por un hombre, para provocar el dolor de una mujer. Para la Fiscalía de Villa Dolores, en principio, no correspondería para este caso. La interpretación, en ese ámbito, es que Federico Cortez quiso matar a su expareja, con los dos tiros que le disparó, y no provocarle un daño a través de la muerte de quienes la acompañaban.

Yohana Castro seguía ayer internada, en estado reservado, inconsciente y con respiración asistida.

UN SEPELIO CON VIGILANCIA POLICIAL

“Todas las víctimas tienen tiros que ingresaron desde arriba hacia abajo del cuerpo; eso indica que en el último instante se inclinaron tratando de protegerse; los disparos se hicieron desde muy cerca”, reveló el fiscal Raúl Castro.

Se ignora aún si Federico Cortez había consumido alcohol o drogas, porque de esos peritajes ordenados hasta ayer no se conocían los resultados.

“Habíamos trabajado todo el día haciendo un techo, cuando escuché los tiros salí y encontré a mi señora boca abajo, a Yohana y Emanuel boca arriba, y el bebé llorando al medio. ‘El Chulo’ ya se había ido, y se mató acá cerca”, cuenta Juan, el padre de la familia diezmada.

Luego de las autopsias, Cortez fue velado en su casa y los Castro, en la sala pública de Villa Sarmiento. Separados, para evitar conflictos.

El sábado, a las 9, un breve cortejo acompañó al pequeño cementerio del pueblo los restos de Cortez. Era notoria la vigilancia policial. El féretro fue colocado en un nicho a más de dos metros de altura y se tapó de inmediato con bloques y cemento. “Los amigos de Emanuel dijeron que iban a robar el cajón para quemarlo, la bronca era muy grande, la familia es muy querida acá”, relató un vecino. La vigilancia siguió hasta las 16, cuando a 50 metros de su ejecutor, fueron sepultados Deolinda Castro y su hijo Emanuel. Una montaña de coronas acompañó sus cuerpos. Las pocas flores de la tumba de “Chulo” fueron robadas.

En la historia policial de Traslasierra no se recuerda un hecho de tanta violencia. (La voz)

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