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Lugares

Cerquita de Merlo, hay un lugar donde se cuida el silencio

El monasterio donde un grupo de monjas viven en clausura casi permanente. En 1996 un incendio en las sierras Comechingones rodeó la edificación pero milagrosamente no lo afectó. 
sábado 01 de noviembre de 2014
Cerquita de Merlo, hay un lugar donde se cuida el silencio

Un sendero angosto de piedras y con aromas a hierbas serranas lleva hasta un edificio donde se escucha el silencio. Se trata del monasterio María en la Santísima Trinidad, que se erige al pie de las Sierras de los Comechingones, donde las monjas que lo habitan viven en clausura casi permanente y solo abandonan sus celdas dos veces al día para celebrar la oración litúrgica de la Iglesia. Según sus convicciones montan en el silencio una “guarda santa”.

Al santuario se llega por la continuación de la avenida José Mercau, hacia el sur. Se cruza Cerro de Oro y se continúa unos cuatro kilómetros por el camino del Cerro, de tierra y empedrado. Entre altos y bajos de ese trayecto, el ingreso al convento  está identificado con un cartel que indica “Monasterio Santa María en la Santísima Trinidad”. El horario de visita es de 9.30 a 17.30. Un doble muro protege el acceso y los vehículos tienen un sector para estacionar.

A pesar de la inmensa religiosidad del lugar, que podría suponer un blindaje a lo indebido, un cartelito alerta que “no se dejen cosas valiosas en los automóviles”. El diablo parece habitar en todos lados. Los visitantes y peregrinos tienen la opción de visitar un edificio donde se muestran artesanías, que son elaboradas en el propio monasterio. Una campana sirve de llamador en uno de los patios privados.

El otro sendero lleva al santuario. Se debe caminar un trecho en medio del atronador silencio que solo es quebrado por el sonido de los pájaros o alguna ave típica de la fauna del lugar. Los carteles avisan a quienes recorren el sitio que allí se “cuida el silencio”. Un llamado a mantener la prudencia durante el tiempo que dura la estadía.

Tras salir de la vegetación que rodea al sendero, se puede apreciar el monasterio. Una construcción sencilla de techo a dos aguas. Tres puertas de ingreso con su parte superior curva son el portal para ingresar a la capilla. Arriba, las ventanas de la fachada son simétricas con las aberturas de abajo, todas cubiertas por un entramado de celdas cuadradas.

Por esos huecos ingresa la luz de sol. Un balcón sobresale en la altura y por encima, en el techo, la cruz de madera. Esas aberturas, que generan la apariencia de privacidad, se repiten en las ventanas laterales, todas terminadas en forma semicurva y con un bastidor interno similar a un panel de abejas.

VIDA INTERIOR

El interior del monasterio es sencillo y austero. Bancos de madera para quienes sean parte de la misa. Hacia un lateral la imagen en estatua de la Virgen con su niño en brazos. Al pie los peregrinos pueden dejar mensajes escritos. Una bandeja contiene lapiceras y papeles en blanco para dejar los mensajes a las monjas: ruegos, agradecimientos u oraciones. Velas petisas y blancas se ofrecen para ser colocadas al costado de la Virgen, en recipientes que contienen arena.

Por ese lateral, una escalera lleva a un entrepiso para que los feligreses puedan escuchar misa desde lo más alto.  El otro lateral ofrece un atril donde un libro Eclesiástico permanece abierto para la lectura de los visitantes. Escalones que dan al frente permiten subir al espacio principal del convento. A cada lado, se ven los sitios que ocupan las monjas durante las celebraciones. Se trata de espacios individuales, como boxes, separados por un muro, y con un asiento de madera. Las religiosas cuando ocupan ese espacio solo ven a las que están enfrente de ellas, pero no las de al lado.

Una escalera mayor lleva hasta el lugar desde donde se celebra la misa, coronando la nave central del edificio. Se trata del altar consistente en una sobria mesa y como respaldo un fresco de ángeles adornado al Santísimo Sacramento. A ambos lados, la decoración se completa con imágenes de Jesús y la Virgen María.

AQUEL INCENDIO

El monasterio de las Hermanas de Belén fue el primero en América Latina, y se instaló en septiembre de 1992. Según los registros históricos, una de los inmuebles que ocupan las religiosas era la residencia de Pecker Blanc, que al morir sus familiares vendieron a un embajador francés quien realizó la operación. Cada religiosa vive en una ermita. En esas celdas las hermanas  “hace oración, lectura, estudio, rezan e incluso completan sus almuerzos”. El domingo es el día que se reúnen, pasean por los jardines del monasterio y hablan entre ellas”.

En noviembre de 1996 un incendio forestal de magnitud rodeó al monasterio y por horas acechó al convento. Milagrosamente, las llamas destruyeron todo alrededor pero los edificios no fueron afectados por el fuego.

HISTORIA

La Familia Monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno, como la que hay en Villa de Merlo, está formada por una rama femenina y otra masculina, y nació en 1950 de la fe de la Iglesia en la Asunción de María Santísima en Cuerpo y Alma a los Cielos. De acuerdo con la historia, un grupo de peregrinos franceses, que acudieron a la proclamación del Dogma por Pío XII, sintieron un llamado especial de Dios. “Si cada persona humana es elegida por el Padre en su Hijo, desde antes de la creación del mundo, como lo hizo de manera especialísima con María Virgen, así el Padre busca a cada miembro de la familia humana como adorador en espíritu y en verdad, ya desde ahora, durante la vida en la tierra”.

Según la expresión de San Bruno, los que han recibido su paternidad espiritual y su sabiduría de vida, montan en su celda “una guardia santa”, a la espera de la vuelta del Señor. Tanto en su celda solitaria como cuando se reúnen dos veces al día en la iglesia del monasterio para celebrar la oración litúrgica de la Iglesia, los monjes y las monjas de Belén son los perpetuos celebrantes de la Gloria de Amor de la Santísima Trinidad. A la luz de la Palabra de Dios leída, meditada, celebrada, rezada, contemplada, se esfuerzan por dejar que el Espíritu Santo convierta su corazón y su vida. Sin descanso, interceden por todos los hombres. Los domingos siguiendo la tradición cartujana, la comunidad sale de paseo.

La Familia Monástica es gobernada por el Capítulo General a cuya cabeza están el Prior y la Priora de Belén. Los monjes y monjas superan los 500 miembros repartidos en 30 monasterios femeninos y 3 masculinos, en los siguientes países: España, Austria, Italia, Francia, EEUU, Israel, Alemania, Argentina, Canadá, Lituania, Polonia, Bélgica, Chile, Portugal y Chipre.

 

 

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