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Un niño merlino de 10 años espera por un trasplante de corazón

<img style="float: left; margin-right: 10px;" mce_style="float: left; margin-right: 10px;" src="http://infomerlo.com/images/stories/com_form2content/p1/f768/3.jpg" mce_src="http://infomerlo.com/images/stories/com_form2content/p1/f768/3.jpg" width="300"><p>Tiene 10 años y hace dos meses entró en emergencia. <strong>Nació con un trastorno cardíaco que sólo puede resolverse con un trasplante. La dolorosa vigilia familiar a la espera de un donante.</strong></p></p>
lunes 02 de enero de 2012
Un niño merlino de 10 años espera por un trasplante de corazón

Un día normal en la vida de Valentín arranca a las seis de la mañana. Y tiene, casi siempre, sólo dos escalas: del departamento al hospital, y viceversa. La rutina incluye extracciones de sangre, mediciones de la presión pulmonar, y estudios cardiológicos, de infectología y de tiroides. Para que el nene de diez años pueda cumplir religiosamente ese itinerario, su familia dejó la calma del Merlo natal y se instaló en Buenos Aires. Más cerca de los especialistas. Más cerca de los controles. Más cerca de la sala de cirugía, donde anhelan que este año le realicen el trasplante de corazón que ponga fin a la angustiosa espera de un donante.

Virginia Robles y Héctor Javier Agüero, los papás de Valentín, reconocieron que la cotidianidad familiar está atada al sonido del teléfono: "Todo el tiempo estamos pendientes de que tenga batería, crédito, que haya señal. En cualquier momento puede llegar un llamado del hospital avisándonos que está todo listo para la operación. Uno se acostumbra a vivir así. Es un llamado que estamos esperando hace cuatro años". Fue en aquel entonces que el tratamiento de una hernia reveló que Valentín tenía miocardiopatía dilatada. Un trastorno de nacimiento, que le ensancha las aurículas del corazón y lo debilita a tal punto que disminuye el bombeo de sangre al resto del cuerpo. Si se agita le baja la presión, le duele el pecho, el frío y el calor le afectan, y ni siquiera puede golpearse, porque está anticoagulado. A la escuela no puede ir. Una maestra le da clases en su casa y sus compañeros de juego son los doce chicos que se recuperan de un trasplante o, como él, siguen en lista de espera en el centro de salud "Garrahan".

La mirada pícara detrás de los lentes no refleja que hace dos meses entró en emergencia. "Cuando se junta con nenes sanos, que están todo el día con las pilas cargadas, se da cuenta que no les puede seguir el ritmo y se pone nervioso. Pasa que su vida es muy tranquila. Sale poco y a veces tiene épocas de angustia y encierro. Pero miedo, no. Sabe que después de la operación va a poder hacer una vida prácticamente normal. Andar en bicicleta, correr. Lo sobrelleva bien, con más calma que nosotros, aunque también se altera cada vez que suena el teléfono", contó la mamá. (eldiariodelarepublica)

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