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Polo Sur: a 100 años de la epopeya de un noruego que tuvo ayuda argentina

<img style="float: left; margin-right: 10px;" mce_style="float: left; margin-right: 10px;" src="http://infomerlo.com/images/stories/com_form2content/p1/f613/3.jpg" mce_src="http://infomerlo.com/images/stories/com_form2content/p1/f613/3.jpg" width="300"><p>El 14 de diciembre de 1911, la expedición de Roald Amundsen llegó al punto más austral del planeta, adelantándose a la del británico Scott. Pedro Cristophersen, un escandinavo radicado en Buenos Aires, fue quien financió la aventura.</p></p>
martes 13 de diciembre de 2011
Polo Sur: a 100 años de la epopeya de un noruego que tuvo ayuda argentina

Mañana se cumplirán 100 años del desenlace de una carrera épica y fatal entre dos exploradores que buscaban ser los primeros en alcanzar el Polo Sur. El 14 de diciembre de 1911, el noruego Roald Amundsen llegó y plantó la bandera de su país en el punto más austral del mundo, superando al británico Robert Falcon Scott, que nunca retornó de esa atroz travesía, y en la cual la Argentina también hizo su aporte. A un siglo de la hazaña, los especialistas coinciden en la necesidad de repensar la importancia de uno de los pocos terrenos vírgenes del planeta, la Antártida, cada vez más acechado por el turismo internacional.

En un contexto marcado por los nacionalismos, el oficial de la marina inglesa tenía pautado de antemano conquistar el sur, mientras el escandinavo se refugiaba en ese objetivo tras descartar su idea original de llegar hasta el Polo Norte, después de que le ganara de mano el estadounidense Robert Peary.

“No conozco a ningún hombre que haya estado un día en un lugar tan diametralmente opuesto al objeto de su deseo como yo lo estaba en ese momento”, escribió Amundsen. El financiamiento lo consiguió en la Argentina, gracias a su amigo Pedro Christophersen (escandinavo radicado en el país y accionista fundador de la Compañía Argentina de Pesca), que le dio un millón de pesos, además de combustible, ropa y alimentos. De hecho, del Polo Sur recayó en la estancia El Carmen, en Santa Fe, donde escribió la crónica del viaje y remarcó “la cálida recepción tributada por el pueblo y el gobierno argentinos, y la valiosa ayuda que para el éxito de la expedición le otorgaron diversos círculos y caballeros argentinos”. Y bautizó dos montes con los nombres de la familia Christophersen.

Para atravesar los 14 millones de kilómetros cuadrados del continente de hielo, con temperaturas inferiores a los 40 grados bajo cero, el noruego eligió un método basado en su experiencia con esquimales: utilizó piel de caribú, más gruesa que la ropa de lana, y viajó en trineos tirados por perros groenlandeses. Además de ser más veloces, varios de ellos sirvieron de alimento a los cinco miembros de la expedición. En cambio, los ingleses optaron por los caballos mongoles, que murieron en el camino.

El 17 de enero de 1912, cuando Scott llegó a destino, encontró una tienda de campaña con la bandera noruega. Ya hacía tres semanas que Amundsen había regresado, convertido en héroe nacional. Hoy, el primer ministro escandinavo, Jens Stoltenberg, se encuentra en la Antártida para participar en los actos conmemorativos de aquella epopeya, y allí espera recibir a una expedición noruega de cuatro hombres que desde principios de noviembre repite el itinerario de 1400 kilómetros en 57 días que hizo Amundsen hace 100 años, aunque problemas meteorológicos les impedirían llegar a tiempo. Nadie ha recorrido la misma ruta desde 1911. Ahora, usan esquíes, ya que los trineos de perros están prohibidos en la Antártida.

Ricardo Ceppi, el mecánico de la primera expedición argentina al Polo Sur, hace 46 años, resaltó que “hay que tener mucho cuidado con la Antártida y tratar de que no se deteriore: en la zona que la Argentina reclama como suya, hay 50 países, con cientos de hombres en las bases estadounidenses Amundsen-Scott y McMurdo, más aviones y helicópteros y siete barcos abasteciéndolas”.

Verónica Cirelli, coordinadora de proyectos en Antártida & Océano Austral de la Fundación Vida Silvestre, comentó a Tiempo Argentino que “hay un problema potencial muy grande con el turismo, porque está yendo mucha gente. Lo que pase ahí en algún momento nos va a pegar”. Y agregó: “El proceso de cambio climático se hace notar, con el derretimiento de masas de hielo y calentamiento de la temperatura, y hay poblaciones típicas, como los pingüinos emperadores, que lo están sufriendo.” (Tiempo Argentino)

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