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Aventura a vela

Merlinos cruzaron en balsa uno de los espejos de agua más grandes del mundo

Pedro Strelin, Federico Strelin y Gabriel Zeni navegaron durante 26 horas por la laguna de Mar Chiquita. Fue un viaje inolvidable, repleto de momentos de adrenalina, cansancio y tensión que los llevaron a cumplir uno de sus sueños más grandes.
jueves 19 de septiembre de 2019
Merlinos aventureros
Recorrieron 80 kilómetros en balsa durante 26 horas.
Recorrieron 80 kilómetros en balsa durante 26 horas.

El mentor de toda la aventura fue Pedro Strelin (50 años) que hace mucho tiempo soñaba con ese escenario para concretarla. Aun con sus 35 años de viajes y desafíos siempre ambiciosos, este viaje lo mantuvo con incertidumbre y un poco de miedo hasta último momento.

EL ESCENARIO

Mar Chiquita es el espejo de agua más grande del país y el segundo más grande de Sudamérica después del lago Titicaca. Además es la cuarta laguna de aguas saladas más grande del mundo. Está próxima a convertirse en parque nacional por sus características naturales y su gran variedad de aves.

Se ubica al noreste de la provincia de Córdoba. Tiene ocho mil kilómetros cuadrados. Es un área geográfica bastante aislada. Gran parte de la laguna está rodeada por pantanos y zonas inundables según la cantidad de agua que le va entrando. La única población que llega a la laguna es en la zona sur donde está Miramar de Ansenuza.  

LA AVENTURA

Strelin contó que antes de embarcarse realizaron un extenso estudio que incluyó un viaje previo para analizar los vientos predominantes. “Sabíamos que el viento podía provocar olas de hasta 5 metros de altura”, dijo. Por eso estudiaron minuciosamente el tema y las zonas que rodean la laguna para punto de embarco y desembarco. La balsa que utilizaron fue construida por ellos mismos y la habían probado en dos de los embalses más grandes de San Luis.   

El viernes pasado aprovechando que por dos días tendrían viento a favor, partieron hacia la zona de Morteros, en el límite entre Córdoba y Santiago del Estero. Por caminos rurales llegaron a Playa Orly, un balneario abandonado que llegaba a la costa de la laguna.

En el viaje Gabriel Zeni (42 años) que se sumó a la aventura dos días antes del momento de partida, fue un acierto enorme al equipo. Es un guía de montaña, amante del agua y la pesca. “Terminó siendo una excelente decisión llevarlo al viaje. Además de que es un excelente cocinero y se encargó de la cocina cuando el estómago lo permitía. Porque cuando esa laguna se picaba y aparecían las olas de un metro y medio, hasta dos… automáticamente se nos iba el apetito a todos. Ni siquiera podíamos digerir el agua”, contó Strelin. “Gracias a Dios el Dramamine que habíamos llevado ayudó a bajar un poco los síntomas de vértigo y mareo”, agregó.

El equipo de trabajo entre Pedro, su hijo Federico (18 años) y Gabriel: fue excelente. Cada uno encontró su función, para manejar la vela, el timón, orientarse, y cocinar. Sin tierra a la vista era vital estar seguros de no desviarse de la orientación para llegar a destino. A la noche las estrellas mismas sirvieron como punto de referencia.

“Empezamos con una muy buena velocidad de viento. Avanzábamos a 5 kilómetros por hora. El primer día de navegación al mediodía el viento aplacó y terminó dejando las aguas totalmente quietas, así es que fuimos avanzado a remo y a una velocidad muy baja, de 2 kilómetros por hora rogando que vuelva el viento”, señaló. Al anochecer del primer día, el viento volvió a hacerse presente a favor de los aventureros.  

MOMENTOS DE TENSION

El sábado a la noche cuando estaban relativamente cerca del destino, descubrieron que sin querer se habían acercado demasiado a la costa y estaban sufriendo olas de casi dos metros de altura. Empezaron a entrar a la zona donde las olas rompen y eso trajo un momento de tensión en el grupo. Debieron amarrar todas sus cosas y empapados remar para salir de ese sector.  

Otro momento de miedo “fue cuando de repente empezamos a ver siluetas blancas que aparecían delante nuestro. No sabíamos que eran, si estábamos fantaseando o delirando por el sueño que teníamos porque hacia 24 horas que no dormíamos. Iluminando con linternas nos dimos cuenta que eran arboles gigantes que quedaron bajo el agua con la inundación del año 1977. La laguna aumentó en dimensiones y dejó bajo el agua más de 100 hoteles y gran parte de la población. Las ruinas siguen existiendo”, contó Pedro.

“En un momento nos metimos en esa zona inundada y tuvimos que empezar a maniobrar la embarcación. Si llegábamos a toparnos con estos árboles corríamos serios riesgos de lastimarnos nosotros o romper algo de la embarcación”, destacó.

VIENTO EN CONTRA

“Cuando creíamos que la victoria era nuestra y faltaban apenas unos tres kilómetros para llegar a la costa de Miramar, el viento empezó a disminuir. Se aplacó completamente. Y de repente empezó a soplar en contra. Era uno de los grandes temores que teníamos”, relató.

Los aventureros no estaban dispuestos a hacer todo el viaje de regreso, “queríamos llegar si o si a Miramar, así que empezamos a remar como locos. Avanzábamos apenas”.

“Después de tres horas de remar continuamente llegamos al primer lugar de la costa de Miramar de Ansenuza que no reconocíamos cual era. A las seis de la mañana amarramos la embarcación, bajamos la mayor cantidad de cosas posibles y dormimos.  Cuando amaneció nos dimos cuenta que estábamos en el lugar donde se emplaza el Hotel Viena que es uno de los iconos de la zona, donde la gente va a ver como quedo abandonado tras la inundación”, expresó.

El domingo empezaron la última etapa del viaje rumbo a la camioneta para regresar a la Villa de Merlo. Tras viajar en balsa 80 kilómetros por el espejo de agua durante 26 horas de navegación permanente. 10 sin viento y a remo y 16 con la ayuda del viento.

DATO DE INTERES

Para lograr capturar imágenes del viaje donde se aprecie la balsa en medio de la laguna, llevaron entre el equipo una cámara de camión con un inflador. En diferentes momentos de la aventura, alguno se subía a la cámara y se alejaba de la balsa con la cámara de fotos para realizar las capturas a distancia de la embarcación. “De otra forma hubiera sido imposible”, afirmó Pedro.

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