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Creencias y renunciamientos

Cómo es olvidarse del mundo

La vida de las monjas en el Monasterio de Belén. Cómo viven y cuáles son sus ceremonias. La caminata de los domingos. Y sus días que comienzan de noche.
lunes 25 de marzo de 2019
Silencio
El monasterio de Belén en las sierras de los Comechingones aloja a 14 monjas.
El monasterio de Belén en las sierras de los Comechingones aloja a 14 monjas.

Un sendero angosto de piedras y con aromas a hierbas serranas lleva hasta un conjunto de edificios donde se escucha el silencio. Las edificaciones están en la ladera de las sierras de los Comechingones,cerquita de Villa de Merlo. Se trata de un sitio de pocas palabras -casi nadie habla- pero ostenta un largo nombre: Monasterio de Belén y de la Asunción de la Virgen y San Bruno. Una veintena de monjas viven allí en un encierro voluntario casi total. No tienen contacto con gente de afuera, ni acceso a teléfono, radio, televisión o Internet. Sólo pueden recibir correspondencia de manera controlada. Sólo se les permite salir en ocasión de la muerte de un familiar directo. Según sus convicciones montan en el silencio una “guarda santa”.

El convento pertenece a una congregación francesa que en América tiene casas similares en Chile y Canadá. Cerca de Villa de Merlo, el convento de clausura se encuentra en lo alto de la montaña. Cada monja pasa la mayor parte de su vida en una ermita: una pieza de dos metros por cuatro, con su propio baño, ahí ellas tienen sus pocas cosas, oran y hacen artesanías. La congregación tiene, en otro predio, un punto de venta de piezas artesanales con motivos religiosos hechas en piedras como dolomita y marfilina.

EL DIA A DIA

La jornada comienza a las tres de la madrugada con los primeros rezos. Al amanecer y al atardecer se reúnen para oraciones conjuntas, y para la misa diaria. Para cada una de ellas, el día transcurre dentro de la ermita orando o trabajando. El imponente paisaje que rodea los claustros sólo puede ser disfrutado por las monjas en la tradicional caminata de los domingos, cuando "bajan" hasta un santuario previsto para misas que puede incluir a las monjas y también a particulares que llegan a la ceremonia. Pero el templo está dividido por dos mitades sin contacto.

SER MONJA

Ingresar al convento es olvidarse del mundo. Y en un primer tramo de cinco años la novicia que llega al convento hace sus votos de pobreza, obediencia y castidad como monja de clausura. A la bienvenida le sigue una ceremonia religiosa de más de tres horas con imágenes y sonidos de connotaciones medievales: monjas con hábitos antiguos aisladas en compartimientos y alejadas de los asistentes. La novicia que es objeto de un corte de cabello y una "vestición", reverencias físicas ante la jerarquía eclesiástica, cánticos prolongados en español o latín.

La nueva monja es bautizada con un nuevo nombre. Si lo desea y pueden, su familia sólo podrá visitarla una vez por año dentro del convento. Ella no saldrá más del predio, poblado de carteles que recomiendan silencio. Sólo lo hará si es trasladada a otro monasterio de la congregación o si renuncia, situación muy poco frecuente.

RENUNCIA A TODOS LOS ATRACTIVOS FEMENINOS

La ceremonia de profesión, en medio de una misa, incluye la "vestición", en la cual el cabello de la novicia es cortado. Se lo hace "en forma de cruz" como un modo de renunciamiento a los atractivos femeninos. Luego se le coloca el velo y la cogulla. Se le entrega también una Biblia, un libro de oficios divinos, un rosario y un cirio. Las reglas afirman que la monja "se separa del mundo sin transigencia posible, renunciando a los atractivos de la femineidad", ya que "prefiere la belleza de Cristo". La joven jura también "conversión constantemente renovada" y obediencia al Papa y a la familia monástica. Luego, un acta formal es firmada por autoridades de la Iglesia y la familia de la monja.

 

 

 

 

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