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#Turismoaventura

Increíble aventura en el arroyo subterráneo

El pasado fin de semana nos sumamos a una de las salidas más espectaculares que ofrece Cerro Blanco. Subimos hasta el filo de las sierras de los Comechingones por Villa Elena. Acampamos a 1800 metros snm y recorrimos un arroyo subterráneo.
sábado 15 de diciembre de 2018
Arroyo subterráneo
Rappel en la caverna.-
Rappel en la caverna.-

Junto a los guías de trekking Germán Romero y Pamela Silva, salimos desde Merlo para Villa Elena a las 8:30 del sábado. Llegamos a lo más alto de la localidad y al lado de la imponente acequia que desciende varios metros desde la sierra, comenzamos a preparar las mochilas y el equipo para esperar al resto de nuestros compañeros y comenzar el ascenso.

A las 9:30 empezamos a subir. Primero por la reserva, luego nos alejamos por un sendero alternativo y nos insertamos en el cerrado bosque de zarzamora. Cruzamos el arroyo y comenzamos a ascender por la cuesta de Pichica que en lengua quechua significa trenza. Es por la forma enredada y con muchas vueltas que tiene el camino.

Llegamos al cerrado bosque de molles y seguimos camino cuesta arriba. Los primeros minutos hasta cambiar el aire y adaptarse a la subida constante fueron los más complejos. Después costó otro poco, pero descubrir el paisaje a cada paso hacía que den más ganas de seguir. Atravesamos el bosque y comenzó la zona donde el sol acompañó todo el resto del camino. El calor obligó a hacer varias paradas de hidratación. Protegidos con gorras, lentes y protector solar (infaltable) seguimos viaje al filo de las rocosas, imponentes y añejadas sierras. Las vistas panorámicas que nos regaló el sendero a cada paso fueron inolvidables.

El peso y volumen de la mochila en nuestra espalda merece párrafo aparte. La falta de costumbre del cuerpo para moverse con unos 14 kilos de carga se siente. Aunque al poco tiempo uno se termina acostumbrando. Además, ver a nuestros compañeros e instructores cargando mochilas de entre 17 y 20 kilos motiva a sentirse un poco más liviano.

Poco antes de llegar al campamento hicimos una nueva y última parada. El sol quemaba y ya no había ningún rincón para refugiarse a la sombra. Nos hidratamos y los guías preguntaron qué sería mejor. Ir por el camino más largo pero más fácil; o el más corto pero más difícil… complejo poder decidir en ese momento. Las ganas de llegar pudieron más que las dificultades y decidimos por la segunda opción.

Escalamos unas piedras y comenzamos a avanzar. Al poco rato estábamos en lo más alto de las sierras. Se veían bosques de mimbres, tabaquillos, sauces y otras especies. Algunas autóctonas, otras que se fueron adaptando al lugar. En medio de las piedras con mil formas y el sol, seguimos avanzando. A las 14:30 llegamos al Picaflor. El lugar donde armaríamos nuestro campamento con el permiso previo de los propietarios de la zona.  

Un espacio plano repleto de árboles de grandes ramas y una sombra refrescante en medio de la sierra. Fácil de distinguir a distancia por sus enormes álamos y sauces. Como regalo extra, se ubica a muy pocos metros del arroyo.

Con total felicidad nos descolgamos las mochilas y las apoyamos en la tierra. Atrás de ellas nos sentamos nosotros. German recomendó que aprovecháramos a almorzar y descansar un rato. A las 16 comenzaría la aventura rumbo al arroyo subterráneo.

LA EXPERIENCIA EN EL ARROYO SUBTERRÁNEO

Una vez llegada la hora nos calzamos los arneses, cascos con linterna y camperas. Comenzó la caminata hasta la caverna. Tras algunos minutos al rayo del sol y con un calor intenso, llegó el alivio al comenzar a descender por las rocas para ingresar de a poco a las profundidades de la caverna.

El guía explicó que el arroyo tiene tres niveles y que descenderíamos solo hasta el primero dado que para los últimos dos es necesario contar con traje de neoprene ya que la temperatura del agua es muy baja y dentro de la caverna el frío se hace sentir.

En cuanto a la maravilla natural nos explica que se produce porque colapsan las paredes del arroyo y se acumulan las rocas que se empiezan a desprender. Luego el agua erosiona las rocas más débiles formando entre ellas pasajes y formas que atravesaríamos hasta volver a la superficie. Nos maravillamos con las bovedas naturales que se forman dentro de las cavernas y el tipo de material geológico de sus paredes. 

Comenzamos a recorrer la caverna con cuerdas y todo el equipo necesario para la seguridad completa de la actividad que a su vez estuvo supervisada y asistida por profesionales experimentados. Nos arrastramos de revés y espalda por pequeños espacios. En cada pasada esperamos que lleguen todos los compañeros buscando rincones seguros sobre las piedras apiladas que estaban lejanas a los pozos de más de 15 metros de altura que nos separaban del arroyo. Dentro de la caverna se escuchaba la potencia del arroyo y su baja temperatura refrescaba cada uno de nuestros pasos. Siguiendo cada instrucción de los guías avanzamos en la oscuridad alumbrados por las linternas frontales. Al mirar hacia arriba por momentos se observaba en algún hueco entre las piedras la luz del sol.

Hicimos trepadas y destrepadas por diferentes espacios hasta llegar a un desnivel de unos cinco metros de altura por donde debimos descender haciendo rappel. Los guías contaron que en total descendimos unos 20 metros por las cuevas. Luego comenzamos a escalar a la superficie. Con una sonrisa dibujada en nuestros rostros chocamos nuestras manos. Teníamos otra misión del día cumplida.

La vuelta al campamento fue a las 19:30 donde nos esperaría el mate con peperina fresca y la picada. Varias botellas de vinos quedarían unas horas a la orilla del arroyo para enfriarse y estar listas para el asado compartido bajo un cielo de millones de estrellas. Todo esto a 1800 metros de altura snm.

Luego de la cena fue el momento de descansar en las carpas, dentro de las bolsas de dormir. El viento sopló con fuerza durante la madrugada, haciendo rechinar de las ramas de los añejados árboles que nos dieron asilo.

El domingo por la mañana uno de los compañeros se puso la 10. Se levantó temprano para calentar agua para el desayuno de todo el grupo. Hubo té, café, mate e innumerable cantidad de galletas, frutos secos, frutas y alimentos para ganar fuerza y seguir la aventura.

Alrededor de las nueve y con un poco de nostalgia de dejar el lugar surgió un paseo improvisado junto a los guías por el bosque de tabaquillos. La naturaleza nos tendría otro regalo. Descubrimos un edén en medio de una imponente quebrada repleta de helechos con una cascada de varios metros de altura. Un lugar dueño de la magia de los espacios que no han sido antes recorridos. Ameritó otro choque de manos y sonrisa de oreja a oreja.

Alrededor de las 11 de la mañana y de vuelta en el campamento, comenzamos a cargar las mochilas e iniciar el descenso. Tras paradas y el almuerzo en un alero de roca, logramos llegar nuevamente a Villa Elena a las 3 de la tarde. Con el cuerpo agotado pero con una felicidad inmensa.

Cuesta encontrar las palabras justas para describir lo maravilloso y sorprendente del lugar y la experiencia. Lo que sin dudas es seguro, es que para poder lograrlo fue clave hacerlo con la ayuda y la asistencia de Germán y Pamela. También de nuestros compañeros que pusieron lo mejor de cada uno a cada paso. Dicen que de nada sirve llegar a la cima de una montaña si uno está solo.

Si te interesa vivir esta experiencia única, podés contactar a los guías para pedir más información: 2664-668636 - Cerro Blanco Aventura.-

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