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Aventura

Dos merlinos realizaron el doble cruce de las sierras de los Comechingones en bicicleta

Pedro y Federico Strelin unieron Villa de Merlo con La Cruz para luego, de regreso, hacer Río de los Sauces por el mítico camino de las minas de Tungsteno. Un desafío muy duro que estos dos aventureros suman en su haber.
martes 29 de mayo de 2018
Federico Strelin
Aventura en lo más alto de las sierras
Aventura en lo más alto de las sierras

“Esto de hacer los dos cruces en forma consecutiva era una idea que hace bastante andaba rondando mi cabeza. Debo admitir que subestime un poco el reto, especialmente la parte del cruce de retorno por San Virgilio y Cerro Aspero. El clima ayudó mucho, sino tal vez hubiese sido otro el desenlace de esta hermosa aventura”, dijo Pedro a Infomerlo.

Su compañero de viaje en esta aventura fue su hijo. Federico Strelin de 17 años.  “Fue muy lindo viajar en dupla padre e hijo. Compartir cuestiones que hoy en día están como menoscabadas, desprestigiadas. La simpleza de la vida natural. Protegerse del frío a través del fuego, aislarse del frio del suelo con un simple colchón de paja y dormir pegaditos para evitar la pérdida de calor o como dosificar el esfuerzo para poder estar en movimiento 12 horas prácticamente sin interrupción. Que un pedazo de pan duro sea el mayor de los manjares allí arriba en la soledad de la sierra. Un montón de cuestiones que pueden parecer obvias a simple vista, pero que a la hora de ponerlas en práctica son como destrezas que conviene conocer al dedillo para pasarla bien”, afirmó.

El ascenso del camino al Filo los recibió motivados. Pasando el mediodía cruzaron a la provincia de Córdoba por el camino de ripio en buen estado. Tras pasar por Vallecitos y Lutti llegaron a la Cruz. Ahí encontraron un alojamiento apto para descansar.

Al día siguiente el viaje continuó. Fue con poca carga. Apenas bolsas de dormir, una muda de ropa, elementos de reparación para las bicis, algunos alimentos y no mucho más. Ese día unieron los 40 kilómetros que separan a La Cruz con Rio de los Sauces por un camino de tierra apacible de curvas y contra curvas. En la localidad de Rio de los Sauces almorzaron y compraron provisiones para continuar camino. A las 14 iniciaron el ascenso al segundo cruce, esta vez por una huella mucho menos transitada. El clima acompañaba con cielo soleado sin calor y sin frío.

La segunda noche llegó al arribar a Rodeo de los Caballos, lugar dueño de una gran belleza natural y excelente pesca. Allí el frío se hizo sentir más de lo habitual y el fuego se convirtió en el mejor aliado. “Dormimos poco pero lo suficiente para no perder la alegría de estar viajando”, dijo Pedro.

El tercer día fue el más escabroso y largo. “No pudimos rodar tanto en las bicicletas como hubiésemos deseado ya que el estado del camino y su pendiente extrema nos obligaban a llevar a nuestras bicicletas a un lado, transportándolas paradójicamente nosotras a ellas”, contó.

Tras horas de ascenso interminable llegaron al filo de la sierra y pudieron volver a rodar en las bicis. “Estábamos ya encima de la cota de los 2000 metros cuando a lo lejos apareció el cerro Blanco que nos saludaba e indicaba que estábamos en buen camino. Faltaban aun los 10 kilómetros de huella hasta la confitería donde el camino ya se hace más transitable. Se hizo de noche y no pudimos llegar con luz de día al comienzo del asfalto así es que linternas frontales mediante descendimos todo el camino al filo hacia Merlo casi sin pedalear y sin pestañear, tal era la concentración que llevábamos.  Un buen café con leche y un tostado fue el desenlace de esta aventura. Ya estábamos de vuelta en casa”, finalizó Pedro.  

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