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Al pie del cerro

La escuela del Champaquí: educar pese a todo

David Agüero, docente y director del establecimiento Florentino Ameghino, confirmó que hoy sólo tienen cuatro alumnos. Advirtió que el paulatino despoblamiento serrano provocó la falta de niños en la zona.
miércoles 21 de marzo de 2018
La escuela de Champaquí
Los alumnos y los docentes en el izamiento de la bandera, acompañados por los acordes de guitarra del profesor de música.
Los alumnos y los docentes en el izamiento de la bandera, acompañados por los acordes de guitarra del profesor de música.

La escuela Florentino Ameghino, ubicada al pie del cerro Champaquí, busca sobreponerse al éxodo de la población serrana a las ciudades. Durante los últimos 30 años, los jóvenes han ido mudándose del monte y actualmente casi no hay niños en edad escolar en la región. Hoy sólo cuatro alumnos concurren a clases, dos de ellos viven en el establecimiento y los otros dos recorren en mula hasta 7 kilómetros para llegar todos los días.

“En estos últimos 3 años hemos tenido siete egresados y no hay recambio. Tres niños que habían venido con sus padres de Traslasierra -quienes se cambiaron de domicilio acá arriba- estuvieron dos años y por motivos personales sus familias se fueron. Esos chicos que eran una nueva esperanza ya no están”, dijo al diario Puntal el docente y director, David Agüero. 

En este sentido, el educador -quien hace 5 años trabaja en el lugar- aseguró que “hay toda una generación que se fue de acá” buscando nuevos horizontes. “Los que vinieron a esta escuela en las décadas de los 80´ y los 90´ se terminaron yendo, muchos por cuestiones laborales o sociales”.

“La vida es muy dura acá arriba, muy solitaria y aislada”, sostuvo el maestro, quien reconoció que la mayoría de las veces es casi imposible conseguir señal telefónica en los alrededores.

“De repente los jóvenes prefieren ir a Santa Rosa, a Villa General Belgrano o a otros pueblos de las sierras porque encuentran otra realidad: la posibilidad de poder salir y hacer actividades que acá no hay. Eso hizo que muchos dejaran las sierras, es lo que produce el despoblamiento y la falta de niños en la zona”, advirtió.

UNA PEQUEÑA FAMILIA ESCOLAR

En el establecimiento hay dos docentes, una preceptora, una cocinera y una auxiliar de cocina que junto con los cuatro niños forman una pequeña comunidad parecida a una familia, aseguró el profesor. 

“Tenemos a uno de los niños que está en jardín y tiene cinco años; un niño y una niña en cuarto grado; y un niño en quinto grado”, relató.

El itinerario arranca temprano, ya que los dos pequeños que viven en la escuela se levantan a las 8 de la mañana para asearse y desayunar. A las 9 se reúnen con los otros dos estudiantes y maestros para el izamiento de la bandera. Si bien parece una rutina normal, el marco del cerro Champaquí de fondo y los acordes de la guitarra del profesor de música dan un sello especial al clásico ritual escolar.

El timbre suena y las clases comienzan hasta las 11 de la mañana, cuando los niños tienen su momento de esparcimiento y juegos. Transcurrida media hora vuelven al aula para finalizar a la 1 de la tarde, momento en el que se reúnen en el comedor con los docentes para almorzar.

A las 2 de la tarde comienza el dictado de las materias especiales como plástica, música y educación física. Ya para el horario de la merienda, los chicos que viven en las cercanías del colegio se despiden para comenzar la travesía a sus hogares. 

Una de las pequeñas vive a 500 metros del colegio pero para llegar debe atravesar un pequeño río; y el otro niño monta todos los días su mula para recorrer los 7 kilómetros que lo separan de la escuela.

Ambos tienen que cruzar cursos de agua en los recorridos, por lo que las tormentas se convierten en un verdadero problema para ir a clases. 

“Acá el clima juega un papel bastante importante en nuestra vida cotidiana”, dijo el director. “Cuando llueve un poco el agua comienza a bajar por las piedras en la montaña y en pocos minutos tenemos una creciente terrible”, describió.

Sin embargo, explicó que las crecidas están naturalizadas y quedar aislados no es un inconveniente que los pobladores no puedan sobrellevar. “Esto es parte del lugar, el río crece y queda la gente de un lado o de otro. Así que estas cosas no se viven como algo traumático, simplemente se espera hasta que baja el agua”.

LA CONECTIVIDAD LLEGÓ AL MONTE

Durante la última semana los técnicos de la empresa nacional Arsat trabajaron en la escuela para instalar internet y televisión digital gratuita. Así, desde el pasado miércoles los chicos y los maestros ya tienen la tan ansiada conectividad. 

“Esto facilita mucho la conexión con el resto del universo porque en cierta forma estamos bastante aislados acá arriba”, relató el director de la escuela, quien pudo comunicarse con este medio a través de una llamada de WhatsApp desde la zona del cerro Champaquí, una situación que hace sólo una semana atrás hubiese sido imposible.

“Nos acerca más a nuestras familias, todos los que vivimos en el bajo de Calamuchita, los que trabajamos acá”, explicó. 

Asimismo, destacó que internet aporta muchísimo “para el conocimiento de los chicos con la posibilidad de buscar información y material estando en el aula”. 

Sin embargo, el maestro admitió: “El gran desafío que tenemos es cómo regular estas nuevas herramientas porque también una de las cosas lindas que tienen los chicos acá es que ellos juegan con cualquier cosa, corren por el patio, van y vienen”. Y diferenció que “en las grandes urbes los niños están metidos con el celular todo el día y no salen de ahí”. 

En este sentido, hizo hincapié en que “la idea es que los chicos mantengan el juego libre, a la vez que de a poco les demos las herramientas como el internet”. (Fuente: Puntal)

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