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Casi al límite con San Luis

En Traslasierra está el único Museo del Libro del país

Luis Berraute lo creó y mantiene desde 1998 con más de 500 ejemplares de los años 1500 a 1800. Está ubicado en el Paraje Las Chacras a escasa distancia de La Paz.
martes 20 de febrero de 2018
En Traslasierra está el único Museo del Libro del país

Si alguien en sus días de turismo serrano busca un sitio ligado al libro, no puede dejar de pasar por Las Chacras, paraje en plena Traslasierra, a escasa distancia de La Paz, casi al límite con San Luis.

Allí, casi escondido entre calles de tierra y como parte de un paisaje encantado, está el único Museo del Libro del país.

Luis Berraute lo creó y mantiene desde 1998. Más de 500 ejemplares de los años 1500 a 1800, expuestos en dos salas, son suficientes para captar el asombro durante la hora y media de recorrido guiado que el propio Luis realiza cada día.

El hombre inició su colección de libros antiguos cuando residía en París. Los tiene de todos los tamaños (algunos, creados para leer con lupa), de diferentes papeles y materiales y de muy distintos países. Todos, expuestos en impecables vitrinas. Su museo fue declarado años atrás “de interés nacional” y se sostiene con el aporte de la gente que lo visita.

El primer libro

Luis, ya todo un personaje en Traslasierra, recuerda los inicios de su extensa colección, cuando residía en París: “Es muy difícil encontrar libros del siglo XVI y XVII, tuve que recorrer demoliciones de viejas casonas y remates; el libro antiguo siempre fue una exquisitez como objeto”.

Libros de todos los tamaños, algunos tan pequeños que en su época fueron creados para leer con lupa; de papel trapo (algodón mezclado con lino); de papel de celulosa de madera; cosidos a mano; con tapas de piel de carnero; talladas artesanalmente; libros manuscritos, entre otras, es apenas una aproximación al mundo que se abre dentro de esas dos salas. Todos, expuestos en impecables vitrinas.

“Siempre me gustaron los libros, pero una vez me regalaron un librito del año 1600, era de recetas de dulce, y ese me hizo un click. Fue el primero, los demás fueron buscados pero con ese librito sentí la comunicación con el pasado, se abrían las puertas de un mundo, empecé a entender qué es el pasado y qué es el tiempo”, cuenta. Ese “primer libro” forma parte de la colección.

En 1999, el museo fue declarado “de interés municipal”. Un año después obtuvo un reconocimiento de la Presidencia de la Nación. Desde 2013 ostenta la declaración “de interés nacional”, entre otros tantos reconocimientos.

“Pero el museo carece de ayuda fundamental, como un subsidio mensual para mantener esto”, aclara por las dudas Berraute. Así, se sostiene sólo con el aporte de la gente. 

Esa magia

En un contexto digitalizado y dominado por el uso de las nuevas tecnologías, Luis está convencido de que el libro no pierde su magia: “Estamos en un momento bisagra, es una moda bajar libros de Internet, es práctico, pero no tiene ni tendrá la magia del libro, no tiene el encanto presente”, apunta.

“Uno acaricia, toca, relee, anota al margen; eso sólo un libro te puede dar; hay libros que tienen 500 años porque alguien los conservó con cariño, hay algunos humanizados con inscripciones, tachaduras, agregados; se produce como un casamiento entre el lector y el libro que no se da en la frialdad de la computadora”, argumenta convencido.

Mientras abre vitrinas, va mostrando distintos ejemplares. Una de las primeras biblias escritas en castellano (Holanda, 1602); una tesis sobre los jugos pancreáticos que sólo pudo publicarse en Amsterdam (1682, debido al trabajo con cadáveres estaba prohibido en otros países); Epístolas de Cicerón (Venecia, 1547), y antiguos libros de astronomía, medicina, poesía, entre tantos otros.

Luis también aporta, desde los miles de libros leídos y coleccionados, su visión del mundo y la escritura: “Estamos en una cultura surf : de mucha superficie y ninguna profundidad, por eso hemos caído en los mensajitos de texto, que es una agresión a la lengua. Pero el libro va a subsistir siempre, el escritor está hecho para escribirlo”. (Fuente: La Voz)

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