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Misión cumplida

Tres merlinos y una aventura "todo terreno"

Pedro Strelin, Matías Aguilera y Jonathan Rosales finalizaron su nueva aventura. Cruzaron sierras, llanuras y ríos.
lunes 29 de agosto de 2016
Aventura
La balsa construida por los propios viajeros con elementos naturales.
La balsa construida por los propios viajeros con elementos naturales.

“Podría decirse que este viaje se dividió en tres etapas bien diferenciadas. La primera, el cruce en bicicleta de las sierras de Comechingones desde Villa Larca a Alpa Corral, la segunda el recorrido de las llanuras por caminos rurales desde Alpa Corral a La Carlota,  y por último, el recorrido del Rio Cuarto en balsa”, explicó Pedro Strelin tras terminar con una nueva aventura. Pedro aseguró: “El cruce de la sierra fue sin dudas la más dura desde el punto de vista de la exigencia física, ya que poco pudimos rodar en nuestras bicicletas, que  junto con el equipaje pesaban  unos 40 kilos y pasaron a ser un lastre difícil de manejar. Por el contrario de lo que pretendíamos, no logramos dar con el trazado de la ‘Transcomechingones’ una vez que pasamos el filo serrano hacia Córdoba. Inmediatamente traspasado el límite interprovincial ingresamos a la zona de los pinares que se combinan allí con interminables plantas de zarza mora y troncos caídos, que se convirtieron poco a poco a medida que avanzábamos en una especie de laberinto que nos dejó atrapados sin posibilidades de seguir adelante. Exhaustos tuvimos que apelar a nuestros machetes para destejer tal maraña. Tropezábamos a cada paso, las espinas curvas desgarraban nuestras ropas y la sangre no tardó en aparecer a lo largo de nuestras piernas y manos. Casi desesperados decidimos apelar a una especie de arrebato de demencia y descendimos violentamente ‘a capa y espada’ hacia lo profundo de una quebrada  donde se veía el fin de tan hostil vegetación. Tras 5 horas para avanzar unos pocos cientos de metros al fin estábamos allí, literalmente desgarrados”.

COLADOR

Pedro sigue relatando la nueva aventura, que compartió junto a Matías Aguilera y Jonathan Rosales. “Tras horas y horas de remontar un sinfín de lomadas llegamos por fin ya de noche a una huella que prometía permitirnos seguir rodando. Pero antes debíamos reparar los 26 pinchazos que convertían en un colador a nuestras ruedas. Eran las 23 30 cuando alumbrados por nuestras linternas llegamos a este hermoso pueblo que es Alpa Corral. Los días siguientes se desarrollaron normalmente viéndonos rodar plácidamente por caminos rurales que con viento a favor nos llevarían hacia el sudeste a lo largo de pueblos y ciudades como Rio Cuarto, Reducción, Alejandro Roca, Los Cisnes y La Carlota.

DUDAS

“Y fue a partir del puente de la ruta 8, desde donde decidimos iniciar nuestro viaje por agua. Nunca habíamos armado una balsa y dudábamos mucho de lograr darle flotabilidad suficiente para transportar los 400 kilogramos que pesábamos junto con nuestro equipamiento. Además desconocíamos en absoluto de que recursos naturales y artificiales dispondríamos una vez llegados a la orilla del rio. Una vez elegido el lugar de armado de la balsa, la realidad nos mostró un rio relativamente angosto rodeado de extensos cañaverales y arboledas con troncos de diferente diámetro. Pensábamos encontrarnos con las millares de botellas descartables que el ser humano suele tirar despreocupadamente por doquier y terminan nadando por todos los ríos que atraviesan las ciudades Argentinas, pero para sorpresa nuestra no había ni una sola a la vista. Y ciertamente contábamos con juntar unas cuantas de ellas ya que eran garantía de flotabilidad para la balsa. Así es que estábamos obligados a utilizar tan solo lo natural y esto en cierta medida nos llenaba de satisfacción y de nerviosismo”.

BANDERA Y NAUFRAGIO

“Un día completo estuvimos cortando cañas y troncos secos para armar lo que sería nuestro medio de locomoción de aquí en adelante. Y llegó el momento en que estuvimos satisfechos con el volumen que había adquirido la construcción y echándola al agua hicimos las pruebas de flotabilidad pertinentes. Ya superados por la ansiedad cargamos los bártulos, enarbolamos la bandera del Club Andino San Luis  y nos fuimos llenos de emoción ya que estábamos flotando así como lo habíamos soñado tantas veces los últimos días. El desenlace de este viaje podría resumirse en una especie de naufragio que sufrimos al estrellarnos de lleno contra un árbol seco que atravesaba todo el cauce y que dividió nuestra balsa en varias fetas. Apunto estuvimos de perder todas nuestras pertenencias pero a duras penas llegamos a la orilla y salvamos el equipaje. Salimos del rio por una barranca que daba a un campo de maní.  Armamos nuestras bicis como pudimos, y nos fuimos caminando hacia una ruta que quedaba por ahí cerquita. El viaje había concluido”.

 

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