Alumnos de la Facultad de Arquitectura de Rosario visitan Villa de Merlo

La celebración del Día del Estudiante puede tener distintas expresiones y modos de festejo. En esta fecha, 240 alumnos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario recorren distintas ciudades en la denominada “Caravana Gráfica”, un viaje de estudio concebido como experiencia pedagógica alternativa.

Para la edición 2014, Villa de Merlo fue una de las ciudades seleccionadas para que alumnos de primero a quinto de la carrera de arquitectura, dibujen a mano alzada paisajes y sitios de la comarca serrana, que se distingue por su calidad ambiental. Se trata de abordar con lápiz y papel el diseño de espacios públicos o edificios significativos.  Según expresaron algunos de los estudiantes, arribaron a Merlo en cuatro micros acompañados de los coordinadores docentes. El itinerario comprende visitar también Potrero de los Funes, Mendoza y cruzar hacia Chile.

En Villa de Merlo, uno de los puntos elegidos para dibujar las perspectivas a mano alzada fue la plaza Sobremonte, desde donde los alumnos tomaron un punto de fuga para bosquejar la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, edificio declarado monumento histórico y anterior a la fundación de Merlo, (1º de enero de 1797). Los registros históricos indican que la iglesia tuvo su origen hacia 1720.

Merlo fue elegida como una de las ciudades que se distingue por su entorno natural y las expresiones arquitectónicas, que sobresalen o se mimetizan en el paisaje. La ciudad cuenta con ordenanza de avanzada en materia de regulación de edificaciones y cuidado del medio ambiente.  Por ordenanza se aprobó durante el 2013 la utilización de “techos verdes” también conocidos como “techos vegetales” y la posibilidad de construir con “tierra cruda” en determinadas zonas.

Los alumnos completaban este sábado su visita a la ciudad con algunas excursiones y el traslado hasta Potrero de los Funes. En sus mochilas llevan las carpetas con el pavor de la hoja en blanco y los lápices, como en el tiempo pretérito del aprendizaje en arquitectura, cuando las tintas de las Rotring marcaban trazos en el papel vegetal. Algo parece seguro: a pesar del paso del tiempo y el uso de la tecnología las madrugadas de las "entregas" permanecen como un hábito intocable.

Al igual que en la escritura, la mano alzada es un buen ejercicio para el arte. Y acertar con el punto de fuga es tan determinante como saber por dónde comenzar un relato. Algo que John Berger enseñaba desde su prosa: no es lo mismo mirar que observar.